Buenas noches, abuelito
Una noche escuché a mi abuelo hablar de su querido pueblo donde trabajó de doctor. Eran como las once de la noche y él estaba sentado en el sofá de siempre junto a la mesita de noche, donde estaban sus pastillas y lentes. Mi abuelo solía divagar, aunque gozaba de excelente salud. Me acerqué a su dormitorio para darle las buenas noches y apagarle la luz, pero él empezó a hablar antes de que llegara a la puerta. Nadie lo tomaba en cuenta, pero esa noche en particular decidí darle una…
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