De tal palo tal astilla
De tal palo tal astilla. Una vez prometí, cuando tenía diez años, nunca más darte oportunidades de yo quererte como hijo y tú quererme como padre. Ya ni recuerdo por qué ni qué pasó, pero sí recuerdo la promesa de rendir honor a mi juramento patricida… y así fue hasta casi haber cumplido los cuarenta años. Ya para esto bordeabas los setenta, y me hablabas y me reclamabas y me pedías explicaciones sobre mi indiferencia sin saber a qué mierda se debía. Nunca te lo dije ni merecías saberlo; así lo preferí siempre.
Pero tú estabas obligado a quererme como padre y yo a esconderte el rencor para convertirme en el mejor hijo. Pero ya decía mi madre que somos tan parecidos, algo que se comprobó ese día en el que dijiste basta sin decirme y prometiste nunca más darme oportunidades para yo quererte como hijo y tú insistirme en tener mi cariño como padre. Saliste una noche sin dar explicaciones, ya harto de mí aunque no lo dijeras, para perderte Dios sabe a dónde porque ni Dios te halló años después hasta que encontraron tu cadáver en una playa al sur de Lima.
Me llamaron a reconocer tu cuerpo, aunque solo identifiqué el cadáver de quien me adelantó mi propio destino: el anonimato de los muertos que guardan promesas intactas. Me llenaste de orgullo, viejo… Prometo seguirte aunque quizá no compartamos el mismo cielo… De tal palo tal astilla, que ahora ni en mis rezos te confieso lo que hizo prometerme que jamás tendrías una oportunidad en mi vida.