«Tenemos que hablar»

Faltaban unas pocas horas para dormir cuando me dijiste «tenemos que hablar», y en ese momento me olvidé de dormir. Mi mamá ya decía que nada es como lo imaginas. No quería que así fuese contigo, por lo que imaginé todas las cosas que nunca quise que me digas para que así sea cualquier otra cosa lo que realmente me ibas a decir. Si podia ser capaz de imaginar todo un universo, en este caso, uno en el que están todas esas cosas que no quisiera que me digas, y la vida es lo que uno nunca se imagina, quizá así solo tengas que decirme lo que sí quiero oír que me digas.

Quedamos para el desayuno de las 10. Tenía poco más de doce horas para imaginar ese universo y dormir no estaba en mis planes. Fui por pastillas, energizantes, dulces… No iba a tener el mejor aspecto esa mañana pero es que tampoco me imaginaba un mañana sin ti.

Llego primero al café sin dejar de pensar en todas las posibilidades de lo que me podías decir, incluso tu gesto en cada palabra para asegurarme que nada de lo que imaginaría ocurriría de verdad.

Te sentaste. Abriste la boca… y nos congelamos.

Me quede quieto esperando tus palabras pero nunca salieron de tu boca porque nunca más podiste moverte ni yo tampoco. Todos en la cafetería se congelaron y solo podía mover mis ojos y respirar ansioso por lo que ocurría. De pronto, sentía cómo unas manos me acariciaban el rostro aunque no haya nadie frente a mi para hacerlo. En eso siento cómo abren mi boca y meten aire a traves de mi garganta y siento cómo unas manos me presionan fuerte el pecho unas tres y cuatro veces. A los 15 minutos sentí el dolor de una aguja en mi brazo y yo seguía congelado en la cafetería esperando el mensaje que nunca salió de esa boca que tanto besaba de amor.

Y así me he quedado… Cuatro años aquí congelado en la misma cafetería con pinchazos de vez en cuando en el brazo y unas manos que acarician mi rostro también de vez en cuando, y sé que son las mismas desde la vez que esperé que me digas lo que imaginé.