Las galletas de animalitos
Cuando como las galletas de animalitos, esas de la empresa San Jorge, me acuerdo de las palabras de mi madre al decirme que jugaba con esas galletas cuando era niña, que veía las figuras de cada una y decía “de este caballito me como la cabeza”, “de este león me como su pierna”, etc, etc, etc. Y el recuerdo de sus palabras, así como la recreación espontanea en mi mente de cómo se vio mi madre de pequeña haciendo eso, hizo que me entrara cierta nostalgia por un instante. Una nostalgia fundada en la infancia marchita que mi madre carga en recuerdos que no volverán, que a sus más de cincuenta años aún recuerda con ternura un episodio sutil, como era su costumbre de comer las galletas.
Ahora cuando como esas galletas, pues, hago lo mismo que mi madre salvo que especialicé el juego, porque imagino que soy un gigante que saca animales de una bolsa, que es la ofrenda de los humanos para que no me los coma. Creo que debo agradecer a mi madre por darme un ápice de su particularidad para comer galletas y darme la posibilidad de imaginar aún más a lo que llegó ella.
Me dio la posta para continuar un camino que me acercará a un recuerdo infantil que se aleja con cada sábado por la noche. Quizás con la intención de que nunca crezca o cuidarme de un mundo ajeno a mi saber. Un mundo que hace cargar con ella, quizás, “un par de sueños hechos mierda”, como diría el poeta Lizardo Cruzado.
Ya que terminé estas líneas en una frontera difusa entre el amor y el recuerdo negativista, pues se me antojó comer galletas de animales otra vez.