Lo que nadie se imagina 24

Percy Aragón toma un poco de aire antes de comenzar a escribir. Mira el blanco de los píxeles de su pantalla. Trata de enfocarse sobre la nada. Escribe palabras sin sentido para luego borrarlas: una manera de provocar a la imaginación para que de un chispazo encienda la pradera.

“Hola, ¿estás allí?”

No hay necesidad de más palabras. No hace falta escribir. Percy presiona el botón “publicar” y se olvida del resto… hasta que apareció su jefe.

“¡Qué mierda te pasa! ¡Cómo vas a publicar eso en redes sociales! ¡Somos la burla de todos!”

El editor de cierre del diario El Comercio golpea el escritorio de Percy para que este reaccione a su ira. Sin embargo, Percy sigue imperturbable observando la pantalla. Su jefe le dice que borre inmediatamente la publicación que ha hecho en las redes sociales del grupo. Pero Percy hace oídos sordos. Percy aguarda por algo más hasta que…

“¡Ya está! ¡Acaso no ves! ¡Me está leyendo!”

La publicación acaba de recibir un like en Facebook. Percy lee el nombre del usuario. El nombre le es familiar. “¡Lo sabía, siempre estabas allí!”

“¡Pero qué mierda sucede! ¡Por qué no borra aún el mensaje!”, pregunta del director del diario al jefe de Percy.

La tensión aumenta en la redacción, pero Percy vive en otra realidad. Los griteríos continúan hasta que Percy se levanta y deja el escritorio. Sale por la puerta, sale del edificio y camina hacia Jirón de la Unión para perderse entre la gente.

En pleno andar, saca su celular y envía el siguiente mensaje: “Sabía que aún me leías en las noticias. Quería decirte que no he podido olvidarte”.

A los pocos minutos recibe una respuesta: “Yo sí”.

Percy está en la Plaza Mayor cuando llega el último mensaje y decide volver al trabajo, aun sabiendo del infierno que le espera. Para esto aprovecha el camino de vuelta para comprar un lapicero en la bodega y dirigirse directamente a la oficina de Recursos Humanos. Percy sabe que si iba a firmar su carta de renuncia, no lo haría con un lapicero prestado.

¡Hay que tener orgullo hasta para renunciar antes de ser despedido!

A la salida del trámite administrativo, Percy coge sus pocas cosas del escritorio y se retira para nunca más volver. Una mancha así dura un par de buenos meses en la comidilla periodística. Pero eso no parece importarle, porque finalmente resolvió un misterio que lo embargaba desde hace cuatro meses: saber si su ex novia lo había olvidado por completo. Su osadía le costó el trabajo, pero al menos vive aliviado y cojudamente feliz.