Siempre contigo, Penélope (La Odisea)
Cuando los amigos hablan de amores perdidos, de pasiones platónicas y de asesinas de la ilusión, siempre viene a mi mente una mujer cuya historia me ha fascinado desde el colegio. Hablo de Penélope, la esposa de Ulises (personaje principal de La Odisea), quien esperó el regreso de su amado a Ítaca durante años.
¿Pero acaso no te la han presentado?
Un poco de historia
Retomando. Penélope es la esposa de Ulises, el personaje principal de La Odisea, uno de los dos grandes poemas de Homero.
Cuenta la historia que Penélope esperó durante veinte años el regreso de su esposo de la Guerra de Troya. Como siempre sucede cuando una bella e inteligente mujer anda disponible, no le faltaron pretendientes que aprovecharon la ausencia de Ulises. ¡Pero ven cómo la fábula se mezcla con la realidad!
En fin. La anécdota más conocida de este relato es el ingenio de Penélope para alargar la elección del futuro rey de Ítaca. Para esto ella dice a los pretendientes que hará la elección cuando termine de tejer un sudario para el rey Leartes. Con la finalidad de extender el mayor tiempo posible esta labor, Penélope tejía y destejía el sudario hasta que finalmente fue descubierta. Felizmente, cuando esto sucedió, Ulises llega y asesina a todos los pretendientes.
¡Veinte años de espera! ¿Acaso se imaginan? No por nada Penélope es el símbolo de la fidelidad conyugal. Deberían crear una estampita con su imagen para encenderle una velita todos los días.
Complejo de Penélope
La psicoanalista Marie Langer acuñó el término complejo de Penélope para quienes hacen de la espera una constante existencial. O en buen cristiano, la eterna espera del regreso del ser amado te incapacita a readaptarte a la realidad. Podría decirse que la razón de espera tan prolongada está basada en un fantasma, en algo que ya no es porque no está más, sino en algo idealizado.
Siempre Penélope
Como les decía, Penélope es alguien que siempre llevo en mente mientras escucho historias trágicas de amores no correspondidos. Debe ser -ahora que lo pienso con calma- que ambos tenemos algo en común: la determinación. Hasta no saber la última palabra de algo, nunca pierdo la fe. Imagino que ella sintió lo mismo que no admitiría la supuesta muerte de Ulises hasta ver su cadáver, a pesar de la presión social.
Tanto Ulises como Penélope fueron hechos tal para cual. Uno espera mientras el otro viaja. Claro que tampoco Ulises fue un santo, ¡cómo olvidarse de su aventura con la ninfa Calipso en la isla de Ogigia!
Metafóricamente ambos tenían el mismo objetivo: la intención de reencontrarse. Lo realmente admirable de Penélope es la fortaleza de su carácter, su perseverancia por lo que creía. Pudo haber sucedido que Ulises nunca haya regresado y que Penélope quede como la cojuda del cuento.
¡Pero qué fácil es hablar tomando distancia de las circunstancias! Lo realmente valioso es que en el momento, en las circunstancias que ella atravesó, tuvo la personalidad de seguir la espera con convicción. No importa el resultado, eso solo lo sabe el tiempo. Lo importante es que nunca flaqueó y vivió convencida de lo que amaba.
¡Caramba, eso sí que es una mujer! No lo digo estrictamente por la fidelidad en sí, sino que esa actitud da pistas sobre alguien constituida íntegramente. Alguien que vive de sus convicciones, de su firmeza.
Por cierto, el complejo de Penélope le hace mala fama a tan extraordinaria personaje. Obviamente se trata de un recurso metafórico, pero sería injusto que su también odisea emocional sea tachada como psicodependiente.
Foto: J. W. Waterhouse – Penelope and the Suitors. Bajo licencia de Creative Commons