Como en el fútbol

Te vi llegar desde la avenida y tu belleza me atravesó el alma desde lo lejos, como alguna vez lo hizo Asmir Begović con su golazo desde los 91.9 metros contra la valla del Southampton F.C. en 2013. Trataba de esquivarte la mirada a punta de gambeta de cuello, pero siempre tú tan directa como los tiros de Cristiano Ronaldo: potentes y al ángulo de los rabillos de mi ojo.

Ya estabas muy cerca como para prepararte una sorpresa y tú me atajaste la jugada como Cláudio Taffarel. Me quedé helado por un tiempo frente a tu rostro, casi como Baggio pero sin lágrimas en la final del Mundial de 1994. Felizmente tomaste la iniciativa en arrancar el partido mientras me acercaba a tu mejilla haciendo los saludos protocolares.

Caminamos juntos por un rato lanzando centros a nuestras propias áreas para ver quién pisa primero la pelota. Parecía ya un partido pactado sin ataque, como Alemania Federal contra Austria en el Mundial del 82, ¡pero nones! Porque si seguía así de paciente iba acabar eliminado como Argelia. ¡Está huevón!

Molesto por esta supuesta situación, arranqué el partido más asado que Diego Armando Maradona tras insultar a la hinchada que interrumpía el himno argentino en la final de Italia 90.

«Vamos a este barcito que estaremos más cómodos».

Así comenzó mi contraataque luego que ella casi llamara a una amiga para hacer un triangular, cuando los partidos oficiales siempre son de dos. Felizmente mi apuesta por el ataque tuvo éxito. Ella aceptó el reglamento y nos fuimos al estadio. Separamos la mesa y ordenamos el play de honor.

Ella tan guapa y yo tan improvisado. No me sentía merecedor de la contienda al ver mis fachas; me sentía así como el Real Madrid contra el recordado Club Deportivo Wanka. Una vaina así.

Yo -como me sentía el pichichi- traté de meter gol Ricardo Oliveira a los 2.8 segundos de iniciado el encuentro. Pero la cancha me quedó grande y el primer disparo a la portería de tu boca acabó en el travesaño. Desde ahí te replegaste con roche y eso que tenías para golear, pero tu defensa italiana no se comparaba con mi ataque samoano.

Te fuiste al baño luego de un par de tragos y empezó el segundo tiempo con tensión. El director técnico me insistía que deje de atacar, que un empate sabe a victoria y ya en la vuelta caemos con todo. Pero otra vez dije: ¡está huevón!

Cuando la flaca salió del baño, asumí las riendas del equipo siendo técnico y jugador. ¡Puta me creí Romario en el Vasco da Gama entre 2007 y 2008! Pero la verdad acabé siendo un Checho Ibarra en el Cienciano de 2010.

Algo había sucedido que la defensa italiana de la flaca había caído por los flancos y decidí entrar por el ala izquierda, posando mi brazo sobre su extremo hombro derecho.

¡Ya la tenía! Todo parecía un gol improbable pero que la hinchada estaba dispuesta a tener fe. Ya sin huevadas mandé mi último centro de la noche tipo el Loco Vargas contra Argentina en 2008, zafándose de la defensa a punta de velocidad y determinación. ¡Y lancé el centro! Pero yo Don Cojudo no convoqué a Johan Fano para que ultime la jugada: volvió a suceder la pesadilla con Andrés Mendoza.

Sin hacer nada la chica me esquiva por última vez y pide el Uber a un segundo del pitazo final. ¡Pero se olvidó que yo jugaba de local! La cosa sí que se puso tan fea como la Intercontinental del 69. Ya el partido lo tenía perdido en la Ida y ahora era el turno de remontar en la Vuelta, algo imposible pero me sentía rabioso como Estudiantes de La Plata y ella una inocente AC Milan. Si al menos iba a dejar la cancha, que se acuerde de mí.

Obviamente que no acabé en la cárcel como Manera, Aguirre Suárez y Poletti por jugadas antideportivas, pero para bien o para mal se iba a acordar de mí. Algo así como Zinedine Zidane en 2006: recibió la roja en el más importante de los partidos y nadie le discutió su nivel de leyenda.

Pero, amigos míos, cómo me gustaría haber acabado así como Zidane. Lo parecido lo tenemos en habernos ganado la tarjeta roja defendiendo lo que creíamos era nuestro, pero lejos de arrepentirme opté por las hazañas de ‘Kukín’ Flores. Solo que eso ya se jugó en otras canchas y eso es otra historia.