Lo que nadie se imagina 15
Una mañana revisaba el periódico cuando me topé con el siguiente aviso: “MOVIMIENTO ANARCOSINDICALISTA DE LOS CORAZONES FRÍOS busca nuevos miembros. ¿Interesado? Comunícate al 966316972”. Me dio mucha curiosidad. Cogí el teléfono y llamé con el afán de saber qué clase de locos eran.
“Gracias por llamar al Movimiento Anarcosindicalista de los Corazones Fríos. Espere en línea a nuestra operadora”, dijo la contestadora. Esperé unos segundos hasta que la operadora tomó la llamada.
Operadora: Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle?
Yo: Hola. Sí, leí su anuncio en el periódico y quisiera ser miembro.
O: ¡Estupendo! Antes de indicarle el lugar de su cita, primero debe contestarme las siguientes preguntas.
Y: Por supuesto… Lo que haga falta.
O: ¿Ha sentido este invierno menos frío que cualquier otro?
Y: Pues me parece que sí.
O: A una temperatura de 10 grados celcius, ¿usaría una casaca o con un polo basta?
Y: Creo que con un polo es suficiente.
O: ¿Le han roto el corazón en los últimos 12 meses?
Y: ¿Pero qué clase de pregunta es esa?
O: Si no responde, no podremos avanzar, señor.
Y: Bueno, digamos que sí…
O: ¿La película ‘The Notebook’ te ha hecho llorar o solo la viste para acostarte con tu pareja?
Y: (Risas) ¿Es en serio? Bueno, la segunda. Debo admitirlo.
O: ¿Qué piensas de la canción ‘Me muero por conocerte’ de Alex Ubago?
Y: Un sinsentido. ¿Cómo carajo te mueres por conocer a alguien si cuando llegas a conocerla, ya estás sin vida? No hay ninguna lógica.
O: Finalmente, ¿ha llorado hasta el ridículo cantando ‘Dime si él’, de Ricardo Arjona, bajo los efectos del alcohol y el desamor?
Y: Hay cosas de las que uno siempre se arrepentirá.
La operadora me agradeció por mi tiempo, me señaló el punto de encuentro donde será la cita y me dio detalles sobre el proceso de selección. Me explicó que siempre se hace todos los invierno, justo en las semanas más frías del año. “Para su cita tendrá que vestir un short, un polo manga cero y un par de sandalias. Según el pronóstico, la fecha más indicada es pasado mañana a las 11:30 p.m. Buena suerte”, me explicó antes de cortar abruptamente.
El lugar de la cita era la Plaza Bolognesi. Fui con la ropa que ella me precisó. Hacía un frío de la patada, pero mi curiosidad pudo más. Tan solo quería saber de qué se trataba todo esto. Esperé entre la densa neblina, el silencio de la noche y el acoso de los travestis más avezados.
Ya estaba por irme rendido cuando se me acercó un joven de mediana estatura. Recuerdo que vestía una capucha. No hizo falta que me preguntara por mi nombre, era el único estúpido vestido con short -sin contar las sandalias y el resto de mi vestimenta- en plena calle tan desolada y fría, así que me reconoció con facilidad y me pidió que le siguiera.
Fuimos a una vieja quinta. Allí había un grupo de jóvenes con sotanas oscuras, todos reunidos alrededor de una mesa sobre la que había una laptop. “¿Tienes frío?”, me preguntó uno de los sujetos de sotana. Lo miré con cara de pocos amigos. Mi respuesta se entendió inmediatamente.
“El postulante está preparado…”, dijo otra voz que no logré reconocer su procedencia. Quien me halló en la plaza se había esfumado, quizá se puso su propia sotana, igual no lo pude reconocer en la oscuridad.
“Iniciemos, entonces, nuestra ceremonia de iniciación. ¡Hermanos, tenemos aquí la prueba de lo que venimos celebrando cada invierno! ¡Alabado sean los corazones fríos! ¡Bendita la naturaleza humana sobre la adversidad!”, decía una voz rasposa cuyo aliente acariciaba mi nuca.
¿Pero en qué diablos estaba pensando? A partir de aquí sí me asusté. Ya no me parecía un chiste. ¿Qué me iban a ser? Mi piel estaba dura. El frío hacía que no sintiese las carnes sobre mis huesos.
“Tranquilo, postulante. No tienes que alarmarte, sino perderás el encanto de nuestra ceremonia. Cálmate, no te haremos ningún daño”, dijo un hombre alto de sotana, a quien me referiré en adelante como Axis. “Abre la laptop e ingresa a tu Facebook. Recuerda, no tienes que alarmarte”.
Le hice caso. A penas ingresé a mi Facebook, Axis me separa la laptop y comienza a buscar entre mis contactos. Al mismo tiempo, un equipo de tres personas instalaban ventiladores de alta velocidad, todos apuntándome desde distintas direcciones a corta distancia. Querían que mi temperatura corporal bajase lo más posible.
“¡Ahora sí, hermanos! ¡Comencemos el ritual!”, gritó Axis a viva voz.
Acto seguido me muestra la pantalla del computador. Era el perfil de una exenamorada. “¿Qué les puedo decir? Es una ex y ya…”, señalé sin entender de qué se trataba toda la parafernalia.
Hubo murmullos en la sala. “Sigamos entonces”, dijo Axis quien navegada superficialmente por la página de esta exenamorada.
“¡Ahora sí! ¿Qué piensas de esto?”, dijo Axis apuntando la pantalla con una diabólica sonrisa, como si hubiese ganado algo. “Pues no pienso nada. Es una foto de mi ex con su novio actual. La vida continúa, ¿no?”, le respondo con sinceridad.
Más murmullos en la sala. “Sigamos entonces”, dijo Axis quien dejó el Facebook de lado y accedió a una ventana con códigos HTML. A partir de allí, no tuve idea de lo que podría mostrarme.
“¡Ahora sí! ¿Qué piensas de esto?”, dijo Axis otra vez con el mismo ademán. “Es un video de mi ex besándose con su chico. O sea son pareja… Eso hacen las parejas”, respondí.
Otra vez más murmullos en la sala. “Sigamos entonces”, dijo Axis quien parecía guardar un as bajo la carta.
“¡Ahora sí! ¿Qué piensas de esto?”, dijo Axis otra vez. Lo que me mostró sí me sacó de plano. ¿Cómo accedió a ese material? “Ya me mostraste un video de mi ex besándose. Ahora me muestras uno de ella teniendo relaciones con su novio actual. Te vuelvo a decir, eso hacen las parejas, ¿no? O sea normal…”, respondí.
Muchos más murmullos en la sala. “Sigamos entonces”, dijo Axis para luego agregar: “¡Ahora sí! ¿¡Qué piensas de esto!?”. El video se parecía al último que me mostró, pero ese no era su novio actual. “No veo diferencia con lo que me pasaste antes. Me parece conocido ese tipo, pero imagino que uno de sus otras tantas parejas que tuvo después de mí”, respondí.
Hubo un silencio incómodo. Axis aclaró: “No lo reconoces, porque esto se grabó a tus espaldas. Sí, es el amante y es tu mejor amigo”. A esto respondí: “Bueno, pero es cosa pasada. ¿Qué diferencia hay? ¿El ego herido? Un cache más, un cache menos. Son cojudeces… Creo que has hackeado su teléfono obteniendo sus datos desde mi Facebook. Me sorprendes, pero creo que debes esforzarte más”.
El público gritaba: “¡Bendita la naturaleza humana! ¡El invierno siempre sabio! ¡Alabado sean las propiedades del frío sobre el corazón humano! ¡VIVAN LOS CORAZONES FRÍOS!”.
Fue así como recién me enteré de qué iba toda la jarana. Mi cuerpo estaba hecho un témpano, todos me miraban extasiados, llenos de alegría y contemplándome como una prueba viviente de que el frío no solo insensibiliza los nervios musculares, sino que también apaga el corazón, mutila los sentimientos y congela el desamor, los miedos, la impotencia y el descaro.
Axis se acercó a mi oído para decirme: “Ya estás preparado”. Uno a uno fue desconectando los ventiladores y me tomó de la mano para levantarla sobre su cabeza. “Bienvenido hermano. Ya eres de Corazón Frío”.
Unos meses después me enteré que la policía allanó el sitio donde fue mi ritual de iniciación. Nadie del Movimiento Anarcosindicalista de los Corazones Fríos fue capturado. Simplemente desaparecieron, pero estoy convencido de que cambiaron de razón social y ahora se dedican a vender helados en pleno invierno. Vaya usted a saber.
[…] temperatura me parece indiferente. Esto ha sido tan intrigante que hace varias semanas escribí un cuento inspirado en este extraño fenómeno que ocurre en mi […]