La mejor escuela para ser padres

Los sobrinos son muy buenas escuelas para ser padres, porque no tienes tanta responsabilidad como el papá verdadero y puedes analizar mejor el crecimiento del pequeñ@ desde una perspectiva crítica y externa. Todo depende, por supuesto, qué tan seguido se vea al menor para tomar una papel importante en su crecimiento, como me sucede ahora con mi sobrina Nicole.

Habían días que la cuidaba o tenía que enseñarle algunas reglas en la casa. Lo más difícil es cuando tienes que alzar la voz para que se detenga, pues no quieres asustarlo, sino hacerle entender que hace algo malo. “Pero, tío, no es justo”, me decía. “Pero la vida no es justa, Nicole. Desde que tenía tu edad quise un telescopio y hasta ahora sigo esperando”, le contesté cuando tenía cuatro años.

Me sorprende bastante su habilidad para mentir, algo que no debemos tomarlo negativamente, pues muestra una habilidad que debe ser bien dirigida. En realidad, miente a medias porque sabe que está mal, pero sí tiene mucha imaginación para tomarte el pelo. Incluso, tiene un talento para inventar historias en solo minutos con un melodrama propio de las novelas mexicanas. Me consta, pues ella me obliga a jugar con sus muñecas.

A veces me pregunto cuándo tendrán efecto las enseñanzas que le brindo. Tengo la idea que será en unos cinco años más, pero resulta que logró algo muy importante para mí: obtuvo el cinturón celeste de karate. Tanto su padre (mi hermano) como yo nos matriculaban en el karate ubicado en la esquina de mi casa, pero nunca pasábamos del patético cinturón blanco. Ahora ella, a tan cortita edad, logró lo que una generación de su familia no pudo.

Ahora entiendo por qué mi madre se emocionaba cada año cuando me dejaba en la escuela. Digamos que es una sensación única de ver cómo alguien guiado por tus consejos y crianza prospera en su pequeño mundo. Ahora que lo pienso, no hay nada más humilde que aprender de los niños pese a su corta edad.