Cuando ‘alguien’ te olvida
El título de esta publicación no trata de lo que tod@s pueden pensar: una larga y agónica confesión de amor. No, nada que ver, sino que -siguiendo mi lema desde que inicié este blog- literalmente alguien me olvidó y la congoja no recae en sensibilidades idiotas, sino en una lección de vida… de una tan corta vida. Siempre creí que los niños son ajenos al dolor de la muerte, pues como que todos esperan que el fallecimiento de una persona adulta sea lo natural. Pero cuando un niño muere, como que el orden natural de las cosas se perturba y nos indignamos por cuántas experiencias -felices y tristes- no pudo vivir aquella criatura que yace en la pista, en el basural o debajo de un puente. Algo ajeno, ¿me entienden?
¿Y quién ese ‘alguien’ de mi título? Pues una niña de 20 años. ¿Y cómo así me olvidó? No hay que echarle la culpa al tiempo. Tampoco puedo hacerle recordar de mí, pues no me oye. Y no me oye, no porque no tenga su número telefónico…
A Alguien la conocí hace ocho años, pero supe que existía hace más de diez. Mi timidez me impedía conocerla cada verano que la veía correteando a las gaviotas de Lobos, cerca de Cerro Azul, o en su scooter cuando todos se divertían jugando con uno. Pasaron como 8 veranos, que para mí eran como 8 semanas viéndola desde mi ventana, pero en realidad fueron 8 años para nosotros en la vida rutinaria. Ella acabó el colegio y se marchó de la costa donde la veía correr para dedicarse a estudiar en la universidad. Claro, para ese momento nos alejamos por lo mismo de las pocas veces que nos veíamos. Incluso, dejamos de hablar por varios años.
No fue hasta fines del año pasado que una llamada telefónica me sacó del recuerdo de Alguien para regresarme a la realidad: “Alguien está internada, está muy grave”.
Luego averigüé en qué hospital estaba internada. Cada vez se iba confirmando el rumor de lo que padecía. Cuando decidí verla, me dije: “¿qué le diré después de tanto tiempo, de tantos años sin hablarnos desde mi niñez?”. Seguro contarle que siempre la veía, que la admiraba por muchas cosas y que su belleza de alguna manera me cautivó por mucho tiempo, hasta inspirarme a escribir mis primeras poesías… Ya saben, cosas que nunca pude decirle por mi timidez.
Así que un día me dirigí a la sala donde estaba internada. Fui varias veces, pero sin éxito: su estado era tan delicado que no podía recibir visitas regulares. Hablé con su padre, él estaba caminando en la sala de espera. “Solo nos queda rezar”, me dijo antes de que su voz se quebrara.
A pesar de las negativas de algunos amigos, seguía intentando a ver si lograba hablar con Alguien, animarla, decirle lo que mi timidez en algún momento me calló. Los amigos me decían: “¿Por qué visitas a alguien que ni de seguro te recuerda?”. Mi respuesta fue siempre la misma: “No se trata de que me recuerde o no, sino que visito a Alguien porque en esa persona resguarda un recuerdo mío de hace años. Si bien ya está hecha toda una mujer, ¡la imagen que tengo aún de ella es de una pequeña!”.
¿Ahora comprenden lo de niña de 20 años?
Hace pocos días dejé de insistir en el nosocomio. No lo hice porque me convencieron, sino que es mejor comprender el espacio familiar de Alguien. Y la otra razón fue porque los rumores se confirmaron: un virus la atacó e hizo que pierda la memoria. No reconoce la voz de sus más cercanos y yo, un elemento del más lejano, no tenía más que hacer que reflexionar cómo me venció el tiempo, la timidez, pensando que las segundas oportunidades esperan para siempre, como una falsa eternidad que los jóvenes suelen creer… Como una falsa realidad que parece evidente al ver sus fotos pensando que aún ríe o corre en las costas de Lobos, como la última vez que la vi.
Pensándolo mejor, no se trata de que dejemos esperar las cosas, sino de que las obstruimos por nuestra falta de voluntad.
Aún nadie sabe cuándo despertará, ni los doctores. Alguien no me escucha y no es porque no me quiera oír, sino porque las cosas pasan porque pasan y nadie sabe por qué diablos pasan… Qué difícil es querer a un ángel cuando Dios la quiere cerca de él.