Buenas noches, abuelito
Una noche escuché a mi abuelo hablar de su querido pueblo donde trabajó de doctor. Eran como las once de la noche y él estaba sentado en el sofá de siempre junto a la mesita de noche, donde estaban sus pastillas y lentes. Mi abuelo solía divagar, aunque gozaba de excelente salud. Me acerqué a su dormitorio para darle las buenas noches y apagarle la luz, pero él empezó a hablar antes de que llegara a la puerta. Nadie lo tomaba en cuenta, pero esa noche en particular decidí darle una oportunidad. Tenía ocho años y no quería irme a dormir.
Sabes algo hijito… Cuando vivía con tu abuela, allá lejos en mi pueblito hace cincuenta años… Una vecina tocó como loca mi puerta como a la medianoche… Pum. Pum. Pum. Yo salgo a ver preocupado y sucede que su esposo había muerto. Salimos corriendo entonces a la casa del muertito por si algo podía hacer… Este yacía sobre la cama, estaba tapadito ya listo para dormir. Le dije a la vecina que no podía hacer nada. Como el finadito era mi amigo, le pregunté a su mujer qué fue lo último que hizo el señor. La esposa no podía ni hablar de la tristeza y solo me alcanzó a decir que el hombre había estado gritando por la ventana de la cocina a un niñito que estaba en medio de la calle. Ella se acercó para verlo también pero no logró ver a nadie.
Como era costumbre en mi pueblito, todos acudieron al velorio… Bien querido era el señor Panchito. Una de las vecinas, esas viejas chismosas… Se me acerca para preguntarme por cómo murió Panchito. Ella era la vecina de al frente y tenía como seis hijos, todos pequeños. Yo le conté lo mismo que me dijo la esposa y le recomendé que tenga más cuidado con sus hijos, que Panchito había visto a un niñito solo esa noche, que quizá pueda ser suyo. Ella dijo que no… que era imposible, porque todos se quedaron juntos hasta la madrugada ordenando la mercadería que llevarían al mercado a la mañana siguiente.
Ya había cortado la conversación hasta allí, pero la señora vuelva a jalarme para decirme que también vio un niño así extraño cerca a su patio donde los críos juegan. Ella le llamó la atención, pero el menor nunca se movió de su sitio hasta que desapareció cuando la señora salió para amenazarlo. Lo que le parecía extraño era que sus hijos estaban allí muy cerca, que oyeron el escándalo de la mamá y no pudieron ver al supuesto niño, y eso que estaban allí no más.
Y adivina qué… A la mañana siguiente la vecina murió mientras dormía…
No sé qué hago contándote esto, hijito… Discúlpame… Solo que yo hablo y hablo y hablo…
En ese momento, mi mama salió de su cuarto y vio que estaba despierto escuchando al abuelo. Molesta por desobedecerla, pidió que vaya a la cocina por algo de agua para ella y luego me dirija estrictamente a la cama.
Dejé a mi abuelo hablando solo, pensando que otra vez le dio su desvarío. Estaba a varios metros de la puerta de su habitación, ya casi llegando a la cocina, cuando lo escucho decir…
Ya hijito… No te quedes allí parado… Ahora sí apaga la luz… ¿Por qué tardas tanto? ¡Si estás allí parado!
Mi abuelo murió a la mañana siguiente y mi mamá me preguntó qué fue lo último que hablamos. No pienso decírselo jamás.