La despedida más difícil
Las despedidas siempre son difíciles y, según el medio de transporte, el dolor del “adiós” puede variar en su intensidad.
Por ejemplo, en los aeropuertos, la gente se despide antes que el pasajero pase los controles de seguridad para llegar a la puerta de embarque. Una vez llegada la hora de partir, simplemente nos despedimos de esa persona especial horas antes de que parta su avión. La vemos atravesar una puerta de control y listo, desapareció. No la volverás a ver hasta su regreso.
Lo mismo se aplica en los terminales de buses y trenes, salvo que decidas esperar hasta que arranque el vehículo. Sabes que esa persona especial ya se fue desde que aborda el medio de transporte. Sientes que ya está lejos, tan solo imaginas la distancia que los separa desde el momento que la perdiste de vista.
Ambas modalidades me parecen un tanto impersonales en el sentido que se pierde contacto con esa otra persona momentos antes de la partida en sí. Uno acaba haciéndose la idea de la distancia que los separa en el instante que ya no están juntos, pero no eres testigo de la inmensidad de kilómetros que hay de por medio. Además, la despedida y la agonía de ver a una persona alejarse físicamente acaba abruptamente.
Esto nos lleva al último medio de transporte: el barco. ¡Dios, espero nunca despedirme de alguien desde un puerto! Los viajes en barco son lentos y permite a cualquiera poder observar cómo la nave se traslada por el océano hacia su destino final, dando cuenta a cada instante de que se aleja hacia un horizonte infinito hasta perderse en cuestión de horas.
Lo más doloroso es la agonía del adiós, porque ves a esa persona especial alejarse lentamente, mostrando con ello los kilómetros que los separan, y no la pierdes de vista por buen tiempo si está bien ubicada en la popa del barco. Esta sería la mejor forma de no “imaginarse la distancia” tras la despedida, sino de poder verla mientras la nave atraviesa el mar.
Espero nunca tener que despedirme de alguien en un puerto. Ya los viajes en barco son menos recurrentes, ahora todos prefieren el avión. Sin embargo, no hay que esperar un viaje largo para ser conscientes de la distancia que pueden separar a dos personas. Uno puede sentirse tan lejos de alguien estando en otro continente como simplemente estar en la esquina del barrio comprando unos cigarros. La ausencia es la misma, pero las dimensiones son distintas. Habrá que preguntarse entonces cuántos metros son suficientes para que realmente me sientas lejos y comiences a extrañarme.
Foto: Yamile Florez – Pixnio. Bajo licencia de Creative Commons