Excentricidades del proceso creativo

El arte tiene sus manías y sus maníacos. Hay costumbres insólitas que hacen que uno sienta en las venas el talento extra para la realización de cualquier obra, sea pictórica, musical o literaria. A veces cuesta entenderlas, incluso tacharlas de innecesarias. Solo digamos que se trata de cierto misticismo creativo.

A modo personal, tengo la costumbre de lavarme las manos con agua fría antes de escribir. Siento que eso me despeja mucho, como que a nivel subconsciente tengo las ‘manos limpias’ para crear algo impoluto. Qué será, siempre me ha llamado la atención esa obsesión antes de teclear la primera línea.

Creo conocer a pocos artistas en profundidad como para identificar estas manías locas. La mayoría de las veces trato con otros escritores-periodistas, muy pocos literatos de pura cepa y algunos músicos que llegaron a mi vida por la bohemia. Pero en lo que respecta a la pintura, creo conocer a una sola persona de quien analicé sus movimientos sin que se diera cuenta entre broma y broma.

Se trata de Karen Echazú, una joven diseñadora gráfica que también se dedica ocasionalmente a la pintura. Debo confesar que recientemente, con el objetivo de volver a la poesía, copié una de sus manías que tanto me fastidiaba cuando la acompañaba en su proceso creativo. Se trata de escuchar una sola canción repetidas veces hasta que la obra esté concluida.

Para mí felizmente es cuestión de minutos de inspiración espontánea para redactar pocos versos, pero para ella es un arduo trabajo que demanda días de preparación, echada sobre una gran mesa familiar y con tantos matices de lápices de colores que prácticamente forma un arcoiris en la superficie de la madera. A esto se suma la navaja y alguno que otro instrumento necesario para conseguir el efecto visual deseado. Realmente de admirar.

Me pregunto cuál será el origen psicológico de estas manías a la hora de crear algo. Debe haber un aspecto humano elemental que requiere cierta motivación a partir de las emociones para materializarlas en algún soporte físico. De hecho, siempre dejamos algo de nosotros sobre el papel o el lienzo: una especie de marca indeleble e instantánea de cómo observamos, sentimos u oímos el mundo. La prueba de nuestra humanidad siempre se halla en los detalles sin importar cuán excéntrico puedan parecer.

Foto: Philippe Halsman – Dali Atomicus / Wikimedia Commons. Bajo licencia de Creative Commons