La confianza es como la virginidad, una vez que se pierde no se vuelve a recuperar

¿Te parezco una amenaza si te contara que soy un hombre de 25 años, periodista, autor de este blog, coleccionista de estampillas, exebrio empedernido, atleta aficionado, enemigo público de las discotecas y amante de la música folk? Si estas características te parecen de alguien aburrido, seguro me dirás que no se conoce a nadie 100%, que por allí debo tener mi bichito psicópata. Todo es ambivalente, es cierto, pero ese desconocimiento es cubierto no por la ingenuidad necesariamente, sino de la confianza depositada. Quizás necesites días, meses o años para que eso suceda, pero siempre hay un ‘no sé qué’ que genera la confianza con menos trámite y más corazón.

Confiar en alguien no es fácil ni gratis. Para algunos, confiar es acto de debilidad, como si nadie fuese lo suficientemente perfecto para gozar de confianza, porque lamentablemente quienes temen confiar son aquellos que también temen salir heridos, pensando que la culpa es solo suya. Más duele el golpe de un buen amigo que del extraño, o el beso comprometido a uno fugaz sin daños colaterales.

Para no reinventar la rueda, la RAE establece confiar como “depositar en alguien, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene, la hacienda, el secreto o cualquier otra cosa” y “dar esperanza a alguien de que conseguirá lo que desea”. Nada mejor dicho, especialmente la segunda acotación, pues confiar no es responsabilidad de uno solo, sino un trabajo en equipo, tanto para quien confía como la persona que recibe esa confianza. Dar un poco de confianza en alguien al principio, por la más mínima que sea, ayudará para tener mejores argumentos a la hora de discernir sobre las personas que nos acompañan. El tema está en saber cuánto dar, pero eso es algo que se maneja con práctica.

Temo ser alguien que confía muy rápido en las personas, pero me gusta hacerlo siempre pensando en las segundos oportunidades y el optimismo de que todo saldrá para mejor. Nadie nace malo, tenlo en cuenta. Y, bueno, ¿te parezco un ser amenazante?

Foto: norynn – Deviantart. Bajo licencia de Creative Commons