The Amazing Camilo ‘Relámpago’ Suárez
A veces me pregunto si los hospitales realmente sirven para curar a la gente en todos los sentidos de la palabra. Antes de que internaran a mi abuelito Camilo Suárez por cálculos, realmente la pasaba muy bien. Caminaba como de costumbre y tenía una vida sumamente saludable para sus 85 años. Lástima de que luego de la maldita intervención quirúrgica su anciano cuerpo no pudo recuperarse rápidamente de las coseduras intestinales, por lo que padeció de hemorragia interna. El cáncer que padecía tiempo atrás empeoró pese a su fuerza aguerrida y ahora descansa como quien espera a una vieja compañera llamada muerte.
Estos días no dejo de preguntarme si más vale tener una larga vida sentenciado a una camilla o gozar cada segundo temiendo a no despertar mañana. Pese a que no pueda hablar mucho, él aún se aferra la vida convencido que saldrá caminando del nosocomio sin importar los informes médicos, que prácticamente sentencian su destino. Lo más duro fue ver su sonrisa con la expectativa de pasar juntos Navidad, mientras tiende su mano a la mujer de su vida, quien lo besa con una actitud estoica a la muerte.
Los abuelos son como bebés grandes, porque redescubren el mundo como si nacieran nuevamente en algún año de su vida. Cómo olvidar cuando le re-explicaba cómo funcionaba el nuevo televisor de la casa para que termine viendo, pese a los cientos de canales en cable, ‘Bonanza’ en el canal 5. O cuando se escandalizaba por los villanos de su western favorito y lo comentaba con mi abuela como si fueran un par de niños maravillados ante la imagen en movimiento.
A diferencia de la repentina partida de mi buena amiga y colega Lorena Chauca, me tranquiliza saber que mi abuelo tuvo una vida completa: fue pastor de rebaño en Arequipa, ciclista, bombero, canchancanista y obrero en una fábrica alemana en Lima. Incluso, me contó cuando era un niño que conoció al famoso ladrón ‘Tatán’ en el Callao o cuando sus colegas peleadores le decían ‘Relámpago’ por sus osadías en el ring. “Eso explica por qué eres calvo, pues te jalaban el cabello como en la WWE”, le decía entre risas.
Reza un viejo chiste que los padres son como Superman cuando tienes cinco años. A los diez, ya el viejo es Batman. Pasando los veinte, se transforma en Robin y luego de los 25 calendarios es la Mujer Maravilla, porque es más ‘hembrita’. Eso respecta a los padres, pero los abuelos, en especial mi abuelo, nunca dejó de ser Jor-El. Es decir, el ‘man’ de los ‘manes’.