Piensas pero no lo haces: la ‘infidelidad indirecta’

Hay veces que pensamos cosas que jamás nos atreveremos a hacer, como robar un beso a una chica especial o golpear con toda furia al jefe en la oficina. Desde las fantasías sexuales hasta la demencia psicosocial, nosotros solemos imaginar acciones para callar el deseo de nuestro instinto más salvaje para no herir a los demás.

Cuando estaba con enamorada hace unos meses, retenía estos impulsos para no hacer daño a quien en verdad sí me quería. Sin embargo, a veces sentía la necesidad de escribirlos para hacer arte y desahogar mi frágil mundo inconsciente. El problema de todo esto es que ella leía mis textos pensando que me interesaban otras chicas producto de mi inspiración. Probablemente, el compromiso que mi ex enamorada había sentido conmigo hizo que interprete mis creaciones como cierta infidelidad. Habían noches que no sabía qué hacer, pues tenía miedo de escribir para no herirla.

Ahora que hago un recuento hacia el pasado, la mayoría de veces que escribo es cuando vuelvo a la soltería, pues tienes mayor libertad de contar cosas sin compromiso a herir susceptibilidades. Es algo egoísta, lo sé, pero, como me dijo mi amiga Kattia Giselle, aún no encuentro a esa persona especial que entienda mis desavenencias literarias.

El tiempo hizo que llame a este fenómeno como la infidelidad indirecta. Cuando te comprometes en estar con alguien, tu mente se direcciona hacia una sola persona, pero eso no significa que no seas susceptible a la belleza o personalidad de otros sujetos. Lo elemental de la infidelidad indirecta recae en que por un instante puedes imaginar que algo puede pasar con esa otra persona, que no es tu enamorad@, y estar fresco de conciencia, pues efectivamente solo lo pensaste sin hacerlo.

Mi problema está en que la infidelidad indirecta la traduzco en un texto que muchas de mis ex parecen no haber tolerado. Si lo hago, no es por creerme Don Juan, sino para analizar profundamente estas experiencias que para muchos resultan prohibidas. Otro inconveniente que debe sumarse es el calibre de mi imaginación, pero siguiendo la línea de mi amiga, aún no me cruzo con quien entienda mis arrebatos artísticos.