Dejando mi ‘caparazón’ en el armario
Una amiga me dijo que detrás de mi conocimiento y apariencia de un hombre serio hay un niño muy sensible, que realmente visto un caparazón para mostrar que no soy débil ante el resto. Lo negué varias veces, pero ayer descubrí que nadie es inmune al dolor de una pérdida cuando la muerte se acerca a nuestras vidas.
En mi visita al velorio de Lorena Chauca, periodista fallecida en un accidente vehicular camino a Tarma, sentí la necesidad de soltar la carcasa racional de mi personalidad para dejarme llevar por la pena, pues sabía que si no era ese día, nunca podría soltar las lágrimas que guardaba. Gracias a ella, hasta en el último momento, me enseñó a no sentirme avergonzado por lo que hacía, desde el trabajo hasta mis emociones que le confesaba en la mesa de la redacción.
Una amiga en común, Margarita Ramírez, me dio a entender que si no te ‘quiebras’ ese momento nunca lo podrás hacer y cargarás con la pena mucho más tiempo. De hecho, pensar así responde a la teoría sociológica de los rituales al entender el velorio como un mecanismo de reducción de complejidad ante emociones fuertes como la muerte. Pero en esos momentos no pensaba tan frío y me dejé llevar por las emociones más sensibles y puras.
Por momentos deseaba tanto un hombro donde caerme para soltar la pena que es como una lágrima coagulada en el pecho, que duele en cada recuerdo fugaz de alegría con esa persona especial que extrañaremos. Aún siento que me queda algo adentro por sacar mediante los ojos… Pero seguro que a ella también le hubiese gustado que sea así, mediante mi creación en una publicación como esta, pues recuerdo que siempre me animaba a escribir este blog.
Gracias, Lore, por tu pasión contagiosa y sensibilidad que aún hoy sigo aprendiendo de ti. ¿Y el caparazón? Que se quede en el armario, ya pesaba tanto que no me dejaba caminar y menos respirar.