We’ll always have Paris

A veces recordamos experiencias pasadas con pequeños elementos de la vida diaria; más aún, volvemos a sentir aquel impulso olvidado con tanto placer que nos hace viajar en el tiempo de un suspiro. Un antiguo beso, una sencilla caricia o un abrazo en medio del frío son algunos gestos que nos acompañarán, quizás, para el resto de nuestros días.

Lo que se siente luego de cada recuerdo lúcido, para identificarlo de alguna manera, es una sensación indescriptible de tristeza vaga, caracterizada por los ojos que apuntan a un espacio vacío. El pecho se llena de aire frío difícil de expulsar. La respiración se corta, las bocanadas de aire ingresan de a poquitos y los pulmones de achican. Las manos tiemblan y, en el borde de la desesperación, se acarician entre ellas para disfrutar mejor la reminiscencia.

Seguro de que estas impresiones también fueron percibidas por Rick Blaine en las últimas escenas de Casablanca (1942), cuando se despide de Ilsa Lund, quien siente revivir su amor por Rick a pesar de estar comprometida. El diálogo en el aeropuerto pasó a la eternidad.

Ilsa: You’re saying this only to make me go.
Rick: I’m saying it because it’s true. Inside of us, we both know you belong with Victor. You’re part of his work, the thing that keeps him going. If that plane leaves the ground and you’re not with him, you’ll regret it. Maybe not today. Maybe not tomorrow, but soon and for the rest of your life.
Ilsa: But what about us?
Rick: We’ll always have Paris.

Todos tienen su París, aquel proscenio imaginario en donde actúan nuestros recuerdos en obras concluidas para seguir adelante. Es decir, episodios que tienen un tiempo de vida determinado y que debemos gozarlos sin piedad ni arrepentimientos para no padecer de nostalgia en el presente, algo que Rick hizo alejarse de Ilsa con suma decisión.

Sin embargo, no todos los episodios terminan en el punto final de los finales. Hay veces que las obras suelen tener secuelas sin fecha de estreno y cada recuerdo lúcido es como un tráiler de una película que quizás nunca veamos. Si me lo preguntas, o se lo cuestionas a Rick, creo que eso pasa porque así es París: bella, impulsiva, temible, seductora, apasionada y difícil de olvidar, con palmas que arden como brazas cuando te tocan la piel y respira fuerte como si fuese la combustión del delirio y frenesí producto de un beso robado.