Odio

Solo creeré en Dios para sentir que habrá un infierno en el que te pudrirás después de morir, y prefiero morirme primero para esperarte allí y hacerte más tortuosa la vida después de la muerte. Saldarnos las cuentas para recapitular tus pecados sin que huyas cobarde tirando la puerta, porque en vida la verdad nunca te significó la justicia. Ya no se trataría de nosotros en la otra vida, porque nunca fuiste mío en la mía y, una vez muertos, podremos escaparnos de los modales para afianzarnos, en la más sincera discusión, sobre qué culpas hemos cargado del uno hacia el otro y viceversa. Porque solo en la eternidad podrás por fin darte el tiempo de escuchar a quien en vida trataste de endurecer siendo un cretino, y yo acabé convirtiéndome en el cretino que no respetaste. No daremos paso a las formalidades. No tendrás que deberme nada ni esperes lo mejor de mí. No tendrás que disculparte conmigo por las cosas que nunca te importaron ni hará falta que me escuches lo que eres incapaz de entender.

Esperaré ese día para convertirme en odio. Quiero ese día en el que, cuando no tenga nada más que perder, seas testigo de tu mayor obra inspirada en tu podredumbre. Y, especialmente, espero ese día en el que te mueras para aliviarnos del maltrato de los vivos.