Dos extraños se lloran
Dos extraños se lloran cuando las casualidades no existen, como si el destino fuera lanzar una moneda de una misma cara. Se emocionan con palabras que no existen, por ideas que fluyen y se traducen en cositas que dan miedo pensarlas, cositas que emocionan la incertidumbre de encontrarse uno en el otro aunque se vieran por primera vez. Dos piezas de universo compartiendo el mismo café, moléculas afines de confines infinitos. Dos vibraciones de una misma cuerda se lloran por el inexplicable alivio de abrazarse para saber que existen en el mismo plano, tocándose el rostro para memorizar los gestos, dibujando las líneas del otro para no perder las proporciones del cuerpo, repasando los pliegues de las manos por si se han herido de amor, y esto mientras el tiempo transcurre a la hora del desayuno y a los ojos del resto, de los que sobran en la mesa, que solo ven a dos extraños que se lloran.