Una vida no es suficiente para evitar el dolor de la muerte

Anotaciones sobre la muerte. Debo reconocer que soy terrible dando el pésame.

«¡No seas pendejo! Ya a los noventa uno espera que los abuelos se mueran». Sí, así de bestia me puse a la hora de charlar con un amigo que aún no superaba la muerte de su nona. «O sea, entiendo que sientas pena, es normal… como lo es también la muerte de la gente anciana. Así será siempre. De hecho, agradece que tu abuela haya superado la edad promedio en este país. Pudieron aprovecharla por bastante tiempo, aunque nunca es suficiente».

Nunca es suficiente… Me quedé pensando en eso…

Mi amigo -imagino que aún me considera así, a pesar de mi frialdad- me miró algo desencajado y agregó que nadie en la familia imaginaba que ella moriría así, de cáncer y postrada en la cama de un hospital. «Ella siempre estaba de arriba para abajo, tenía tanta vitalidad», recordó mi amigo.

Nunca es suficiente…

«Sabes algo», tomé la palabra antes de que se me fuera la inspiración. «Aunque tu abuela muera a los 200 años, aún seguirías sintiendo pena. Puede pasar toda una vida y jamás nos sentiremos satisfechos por el tiempo que le dedicamos a alguien. Nunca habrá ese velorio en el que nadie llore y la gente diga: ‘Lo aprovechamos bien, ya podía morirse en paz’. ¡Pues jamás! Creo que solo debemos rendirnos a la muerte, entenderla y tomar por adelantado que esta puede aparecer en cualquier momento. Y nunca tendremos tiempo para hacer que la muerte sea indiferente a nuestras sensibilidades».

Mi amigo se quedó pensando un rato en mis palabras. Cambiamos de tema para aligerar el ambiente. Después de unas horas, me despido para irme a casa. Sé que no lo veré hasta el próximo fin de semana.

¿Y si se muere mañana o pasado? Nunca es suficiente…

Esa noche traté de dormir pensando cómo es que me despedí por última vez de todas las personas que conozco. Supe que no tengo ganas de morir.