Lecturas para un día de mierda (I)

Los días de mierda no son exclusivos de la especie humana. Dudo que los animales, más aún las mascotas, entiendan conceptos como «ayer», «hoy» y «mañana». Sin embargo, desde la perspectiva humana, podemos resolver por ellos si es que están atravesando por un mal rato por cuestiones del destino.

Un día de mierda para un animal sería no hallar comida en el lapso de 24 horas. Probablemente dicho ser vivo no sepa de su infortunio, pero nosotros -los humanos- sí que podemos concebir su pesar y sentir algo de lástima. «Así es la naturaleza», nos decimos para aliviar la pena y creer que el sentido de la vida sigue un estricto orden natural.

Pero lo que sucedió con Emma, un cruce de shih tzu, sí que fue un día de mierda desde cualquier perspectiva. Y todo gracias al ingenio humano, a las leyes y al sentido de propiedad.

Sucede que un mal día la dueña de Emma, una estadounidense del estado de Virginia, murió. En cumplimiento del testamento, Emma estaba destinada a ser sacrificada, incinerada y enterrada junto a su dueña… a pesar de tener buena salud.

A la defensa de Emma salieron los trabajadores del Refugio de Animales de Chesterfiel, pero todo fue en vano. La mascota fue sacrificada por un veterinario local con todas las de la ley, porque, en el estado de Virginia, el sacrificio de mascotas es posible ya que son consideradas como una «propiedad» del dueño.

Qué tal día de mierda para Emma. Su historia me recuerda a uno de los cuentos de ‘Las mil y una noches’, en el que el protagonista es condenado a muerte debido a que -según ordena la tradición del pueblo- su esposa había fallecido antes que él.

Quién diría, una vez más, que la ficción acabó siendo superada por la realidad.