De puñito al me quiero morir contigo
De puñito, de puñito… Quizá sea lo que siempre te repites a gritos en tu cabeza antes de saludar a alguien. La pandemia ha hecho que el puñito llegue para quedarse, porque dar la mano como en la vieja usanza, es decir, como hace poco más de un año, es un riesgo para la salud pública.
Antes de la locura del COVID-19, dar la mano era lo más común, era el estándar de contacto físico-social entre dos individuos que recién se conocen o que ya se conocían. En el caso de las mujeres, el choque de mejillas era lo «normal»… y como lo «normal» siempre viene seguido de un «depende», hoy en día es difícil imaginar algo así por culpa del coronavirus. ¡Ni qué decir de los abrazos! El bicho ha transformado nuestras maneras de relacionarnos física y socialmente.
Ahora tenemos el puñito que, a mi parecer, ha extendido más los matices de cómo saludarnos con un mínimo de contacto físico. Antes era dar la mano o saludar de lejos. No había otra. El puñito llegó para ubicarse en la mitad entre el apretón de manos y la nada, y para hacer que el apretón de manos, el choque de mejillas y los abrazos tengan un valor más especial.
Puedo arriesgasme a decir que dar la mano se convertido en algo más íntimo, más personal y de muestra de confianza, porque supone un riesgo de contagio para ambas personas. No hay nada más íntimo que compartir los bichos sin importar que nos podamos contagiar. Si la emoción es más fuerte que los protocolos de seguridad, darse la mano está un par de peldaños más arriba que los puñitos.
Ni qué decir de los abrazos. Siendo trágicos, abrazarse es entregar la vida de uno al otro sin importar el riesgo de morirse… Ok, eso sí fue muy trágico, pero el desconocimiento por el COVID-19 ha hecho que tengamos miedo de relacionarnos de manera física. Viendo el lado romántico, abrazarse ahora es casi un acto de entrega de la salud propia a cambio de afecto, de las sensaciones indescriptibles que es sentir el cuerpo de uno junto al otro.
El puñito… En caso de que haya otra pandemia, Dios no lo quiera, y el puñito sea prohibido por protocolo de bioseguridad, ¿qué seguirá después? Cuando hubo todo este problema, recuerdo que en la prensa se habló del choque de pies. Creo haber saludado a dos personas así en el trabajo y fue muy divertido, y revelador también: somos seres que siempre buscamos la alternativa para tocarnos, sentirnos y al menos dar así la sensación de «te toco, porque existes». Hermoso, todo muy hermoso.