Lo que nadie se imagina 25
Tengo más de seis años viviendo solo con mi abuela y no me explico cómo mierda su pensión de jubilación le alcanzó para comprar un lujoso televisor LED, un par de aretes dorados marca Cartier y la inicial de un Kia Cerato. ¡Todo eso en el lapso de dos meses!
Algo raro estaba pasando. Lástima que me enteré de la peor manera.
La llamada
Una vez le pregunté por curiosidad. Me dijo que se trataba de la herencia de una prima muy lejana. Tuve que creerle. Era su palabra contra la mía. No le pedí documentos, porque me parecía muy desconfiado y hasta grosero. ¿Quién sospecha de una mujer de 81 años? ¿Quién sospecha de su propia abuela que encima es viuda?
El tema parecía muerto hasta que un buen día volví temprano a casa. Me botaron rápido del trabajo y llegué a las 9:34 pm, casi una hora más temprano de lo que mi abuela está acostumbrada a esperarme con la cena.
Las luces de la cocina estaban apagadas. Paso mi mano por donde está el interruptor y de casualidad descolgé el teléfono de la pared. Para mi buena suerte pude cogerlo antes de que se estrellara contra el piso. Estaba por colocarlo en su sitio cuando escucho parte de una conversación.
-¿Ya estás sin ropa, mi amor?
-Sí, estoy lista para ti…
Era la voz de mi abuela.
Dudas…
Colgué despacio para no interrumpir. Estaba asqueado por la imagen mental que esas frases originaron en mi cerebro. Subí las escaleras en silencio y me dirigí al dormitorio de mi abuela. La puerta estaba abierta y el televisor encendido. Acerco la cabeza con sumo cuidado -nadie quiere ver a su abuela calata de golpe- y me entero que ella estaba viendo su novela favorita y en pijamas. ¡Nada que ver con la desnudez que afirmaba por teléfono hace un instante! Al parecer no era el único a quien lo agarraban de cojudo.
Toco la puerta para saludarla y ella muy tranquila cuelga el teléfono sin dar pista de asombro. ¡Actuaba como si nada hubiera pasado! Le pregunté quién llamó. Ella me dijo que era la tía Consuelo. Mentira. Era un hombre, uno muy arrecho y mi abuela lo ocultaba.
Hice como si nada hubiese pasado. No le increpé ni llené de preguntas.
Esperé dos días y volví a casa más temprano de lo usual. Entré sin causar ruido y descolgé el teléfono. Nuevamente oí una conversación.
-Como quisiera tenerte en mi cama.
-Lo que me dices me calienta tanto, cielo…
Sí. Era mi abuela otra vez, solo que era la voz de otro hombre quien estaba en la línea.
La revelación
Luego de dos semanas de espionaje telefónico, decidí comprar un identificador de llamadas. Mi abuela no tiene ni pista de la existencia de estas cosas, así que solo me bastó ocultarlo de su vista y esperar la dichosa llamada.
Esa misma noche, luego del trabajo, reviso el registro de llamadas y observo que un número en especial se repite constantemente. “Este debe ser el calentón”, pensé.
Llamé de vuelta a ese número y me contestó una grabadora.
Bienvenido a la central de sexo telefónico ‘Oídos calientes’, donde te ofrecemos el máximo placer que tu imaginación te puede brindar. Marca 1 si quieres atenderte con nuestras chicas. Si estás interesada en formar parte de nuestro staff marca 2. Si quieres ser atendido por la operadora marca 3…
Ahora todo tiene sentido.
Me pareció muy osado de mi abuela dar como teléfono el fijo de la casa. Pero haciendo mis averiguaciones, el sistema de ‘Oídos calientes’ te permite programar el horario de atención de las llamadas. Lo que hizo mi abuela fue establecerlo justo en las horas que no estoy en casa.
Nunca tuve las agallas para reprochar a mi abuela, porque con ese dinero extra podía engreírse mejor que con los centavos que ahorraba del trabajo. Fue nuestro secreto para toda la vida, y si ahora lo cuento es porque esa bella voz de sirena y creadora de escenas eróticas acaba de fallecer la semana pasada.