El hombre que habla en borrador
Supe que nunca trabajaría en radio desde el día que dejé la universidad. Tengo una pésima dicción, siempre me trabo, uso muletillas por doquier y hablo en borrador. ¿No sabes de qué se trata esto último?
El borrador parlante
Esta frase no es mía. Eso es lo peor. Aún recuerdo aquella primera clase de Crónica Periodística en la universidad cuando levanté la mano para opinar sobre una lectura. Yo siempre tan nerd y de buenas intenciones. No me acuerdo bien qué dije precisamente, pero lo que escuché por respuesta nunca lo olvidaré:
“Bien, André… ¿Pero ahora me puedes hablar en limpio? No me hables en borrador”.
Las risas no se hicieron esperar en el salón. Me puse rojo, sonreí para tomar el comentario deportivamente y volví a ordenar mis ideas.
Curiosamente este problema de hablar en borrador aún me persigue. Durante la maestría, tuve un lapsus con este tema y me volvió a ocurrir. ¡Lo peor es que te pones más nervioso cuando notas la cara de extrañeza de tus compañeros que no deducen tus ideas!
Ideas enreveradas pero potentes
Quisiera creer que todos son unos tontos al no entender mis ideas profundas y enreveradas… Pero no, sé que es todo lo contrario y el tonto soy yo. La verdad le presté poca atención a este tema hasta que me reencontré con una amiga de la universidad. Hacía muchísimos años que no nos veíamos y el reencuentro fue ocasión para evaluar qué tanto hemos cambiado a través del tiempo.
“Eres de hablar muy poco y preciso… Tienes mucho orden para hablar”, le dije a mi amiga esperando una cortesía…
“Sí, gracias… Tú sí sigues hablando hasta las huevas”.
Me reí nuevamente para tomar el comentario deportivamente. Ni me enojé porque supe que tiene mucha razón. Hablamos al respecto un tiempo y llegué a una conclusión bastante curiosa.
“Debe ser por los silencios… Tú hablas poco y te tomas el tiempo de procesar lo que dirás. Yo no. Yo simplemente suelto las ideas por cómo llegan y reestructuro la información según vengan más ideas. Por eso uso muletillas y retomo conceptos para ordenar la lógica de mi mensaje”.
Parte de mi identidad
Será que así funciona mi cerebro: lanza palabras al aire para que luego yo haga de malabarista de circo.
Y todo malabarismo forma parte de un espectáculo.
Por eso podría decir que mi defecto -a pesar de ser algo bastante vergonzoso para un comunicador- es algo que forma parte de mí y hasta me agrada. Me encanta ponerme en aprietos ante raudales de ideas, perspectivas y conjeturas, todo con una sonrisa nerviosa tratando de no quedar en ridículo.
Lo que suelo hacer es cerrar los ojos al mismo tiempo que hablo o miro el vacío para abstraerme. Hay personas que no lo toleran, porque pierden el contacto visual. Pero digamos que es una manera de escaparme a la atención del público y sentir que tengo un espacio donde jugar -como Legos- con mis ideas.
Pero obvio que esta gracia tiene un límite: no puedo hacer lo mismo si se me ocurre locutar para televisión o radio. Me gustaría hacerlo, de hecho, para así asumir con cierta seriedad mi defecto de hablar en borrador.
Al menos la escritura me ayuda a ordenarme… Creo…
Me han entendido hasta aquí, ¿verdad? Espero que sí.