Memoria del desempleo
Éramos cinco los valientes que compartíamos una mesa en Vichama, un bar ubicado en el centro de Lima, luego de haber participado en una de las tantas marchas en contra del indulto presidencial a Alberto Fujimori. La cerveza iba y venía mientras la noche se hacía más noche, y la calentura política se transformaba de a pocos en resignación.
“Yo sé que el Chino no volverá a la cárcel. Sé que estoy aquí por las puras. Sé que nada de lo que piense se hará realidad… Pero estoy aquí porque me indigna, porque me hierve la sangre tanta conchudez”, dije mientras destapaba otra botella de Pilsen.
“Para ser sincero, la verdad no tengo ninguna fe en este país. Lo quiero con toda mi alma, pero nos merecemos toda esta mierda. Aquí se sobrevive, no se piensa en un colectivo común desde el inicio de nuestra república… ¡Somos un proyecto fallido! ¡Un bebé muerto antes de parir!”, agregué a modo de broche a mi malhumor.
El silencio se plantó en la mesa entre el cenicero y las botellas vacías.
La sonrisa inquieta
Mentalmente hacía una pequeña reflexión sobre la dureza de mis palabras. “Carajo, debo conseguir un empleo pronto”, me dije en broma tratando de apaciguar la amargura. Bueno, en realidad no tanto: aún sigo buscando empleo desde que regresé de España.
Solté una sonrisa inquieta. Mi amiga se dio cuenta al instante. “¿De qué te ríes, André?”. Le conté mi trajín de los últimos meses tratando de sobrevivir económicamente sin trabajo. No imaginan todas las peripecias y oficios que nunca pensé hacer en mi perra vida… siempre con la frase “el trabajo dignifica al hombre”, de Karl Marx, para darme ánimos de que haga lo que haga me hace una mejor persona.
“No te desesperes… Yo estuve casi un año sin trabajo y fue la mejor experiencia de mi vida”, dijo mi amiga. “Aproveché ese tiempo para hacer todo lo que me gusta. En verdad lo necesitaba para saber de qué era capaz”.
La escuché en silencio mientras reflexionaba sobre qué cosas dignas de mención hice durante mi desempleo. Aprendí cosas interesantes. Se me ocurre, por ejemplo, los personajes lacra que se aprovechan de la situación laboral de miles de jóvenes desempleados. Aprendí a detectar el malhumor de las recepcionistas encargadas de llamar a cientos de postulantes. O cómo ganarme a las entrevistadoras con una bonita sonrisa, frases de baúl y un terno multifuncional según el evento social.
El trueque profesional
Pero lo que sí realmente destaco -y si eres un joven desempleado, aprovecha este consejo- es una práctica que llamo el trueque profesional. Este consiste en brindar un servicio profesional a cambio de otro servicio profesional. De esta manera, por ejemplo, conseguí ahorrarme una campaña de posicionamiento de este blog y cupones de consumo donde el dentista.
La cuestión es pensar que tú -mi buen amigo profesional- eres capaz de generar valor sin estar metido en la oficina. Tú realmente no vales únicamente la cifra que aparece mensualmente en tu recibo de pago. ¡Nada que ver! Tú vales lo que estás dispuesto a brindar al mercado según las capacidades que tengas.
Obviamente los profesionales dedicados al derecho o a la administración la tienen más fácil en el sentido que cuentan con herramientas para ser autónomos y emprendedores sin problemas. ¿Pero qué hay de los “inútiles” de ciencias humanas y sociales? ¿Tienen alguna oportunidad o solo viven con la mentalidad de empleado?
La potencialidad de los ‘inútiles’
Personalmente pienso que todo profesional tiene la capacidad de generarse el autoempleo o gestionar su propia marca. ¡De eso se trata el mercado laboral! La cuestión es mantenerse activo, incluso cuando no tengamos trabajo, porque así te abres espacio bajo el título que tú desees. Puedes ser especialista, analista, comunicador, consultor… Lo importante es no desconectarse de lleno hasta conseguir un próximo empleo de oficina.
Siendo periodista me dije esa noche: “si soy un buen comunicador, si estudié para comunicar, ¿por qué no destaco en mi área? ¿Por qué no me vendo a mí mismo mis propios servicios profesionales en beneficio de mi posicionamiento laboral?”
Eso fue un chispazo que ha cambiado mi perspectiva totalmente… y es algo además que nunca pude haber llegado a imaginar si no fuese por el desempleo, por la necesidad de hacer algo. Obviamente no espero que el desempleo me dure toda la vida. Lo qué sí le agradezco es la oportunidad haber puesto a prueba mis potencialidades, de convencerme que puedo ser -y hacer- lo que yo quiera.
Foto: André Suárez