Mi dislexia emoticona
Los emoticonos son algo así como los gestos faciales en las aplicaciones de mensajería móvil. Puedes poner una carita feliz, otra triste e incluso una pensativa, y todos sabrán exactamente cuál es el sentido que quieres dar a tus frases. Hay que ser muy tonto para no entender gestos tan universales…
Bueno, yo soy uno de esos tontos.
No imaginan cuántas veces tuve que disculparme por malinterpretar los emoticonos del WhatsApp durante conversaciones clave. Donde todo el mundo ve una carita de asombro, yo veo alguien aterrorizado por lo que acaba de leer. O donde todo el mundo ve una carita triste con lágrima, yo veo a alguien moqueando por un resfrío.
¡Los emoticonos no son tan evidentes como parecen! O al menos para mí…
Esto me llevó a pensar que sufro de dislexia emoticona, la incapacidad de poder decodificar el evidente mensaje de los gestos faciales de los emoticonos. Como me encanta complicarme la vida, me tomé un tiempo para reflexionar sobre este asunto y llegué a la conclusión que la dislexia emoticona es producto de mi falta de empatía, algo que tantas exenamoradas me han reclamado hasta el hartazgo.
La empatía -de acuerdo con la RAE- es la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos. Esta capacidad de identificación tiene como fuente las impresiones que descodificamos de los demás.
El tema es que estas impresiones las podemos recoger mediante los sentidos como -por ejemplo- el tacto cuando sentimos a alguien temblar, el oído al escuchar el tono de voz de alguien sumido en la tristeza o la observación para interpretar qué sentimientos expresa determinado gesto facial.
Estoy convencido que este último punto en mi falta de empatía me dificulta la interpretación correcta de los emoticonos, a pesar de que sus gestos son considerablemente exagerados para que nadie se equivoque. Bueno, nadie menos yo.
Algo que debo aclarar: no piensen que mi falta de empatía es extrema. Sucede que en realidad soy muy distraído y no soy capaz de sobreentender algunas cosas cuando están muy confusas o se prestan a la libre interpretación. Soy muy literal para las cosas en el sentido que más confío en el sentido de las palabras que en mi propio juicio para analizar el gesto de terceros.
Como se imaginarán, las amenazas del “haz lo que quieres” expresadas con rostro de furia nunca funcionaron conmigo: no porque sea un mal tipo, sino porque la palabra (hablada o escrita) siempre la he tomado por encima de toda impresión que me pueda proyectar una persona. Imagino que es para reducir la complejidad y ahorrar tiempo reconociendo emociones en rostros determinados. Uno solo escucha la palabra y ya, todo listo.
Volviendo a los emoticonos, pienso que una solución sería contar con una breve descripción de cada gesto en los aplicativos de mensajería móvil. Así como que de pasadita aprovecho para aprender qué significan los rostros de las personas cuando las palabras se atragantan en la boca y nos dedicamos a gritar nuestros sentimientos a través de los ojos.