Pecezín y Pecezón

Una tarde cualquiera mi sobrina se apareció con dos pececitos dorados —luego me enteré que se trataban de la especie Xiphophorus maculatus, conocida popularmente como platy— que había comprado a la salida del colegio. Me entusiasmé al verlos y no tardé en bautizarlos como Pecezín y Pecezón, porque sencillamente uno es más grande que el otro. No había que darle mucha vuelta.

Mi sorpresa inicial se transformó en preocupación debido a mi desconocimiento sobre la crianza de peces. Mi sobrina —tan pretenciosa como su entusiasmo por creer que todo lo sabe— me dijo que bastaba con echar agua hervida tibia en la pecera (una pequeña de solo 1.5 litros), limpiarla una vez cada dos días y alimentar a los peces en dos oportunidades cada 24 horas, utilizando para esto un polvito de colores que venía en una pequeña bolsita transparente.

Ante la incertidumbre y la abundante pero confusa información disponible en Internet, decidí confiar en la experiencia de una niña de 10 años. Seguimos dicha rutina por aproximadamente cuatro días hasta que la comida se agotó. Buscando en Google Maps, hallé la tienda Vida Acuario, ubicada por Plaza San Miguel, y me dirigí a ella con la inocente idea de solo comprar comida y algo de gravilla para adornar la pecerita.

Grande fue la sorpresa y el terror al saber que todo andaba mal. Lo peor fue enterarme que el agua potable (por más hervida que esté) contiene metales pesados que perjudican la salud de los peces. Felizmente Pecezín y Pecezón no se expusieron a este mal por mucho tiempo y lograron sobrevivir hasta mi vuelta a casa con el desclorificador, una sustancia que acondiciona la calidad del agua.

El encargado de Vida Acuario me explicó que el cuidado de Pecezín y Pecezón es más sencillo si consigo una pecera más grande, porque así solo cambiaría el agua una vez por semana y no cada dos o tres días. Para mi buena suerte, un amigo me vendió su pecera de 30 litros a mitad de precio; y una vez en mis manos, me dirigí nuevamente a la tienda para acondicionarla.

Gravilla para la base del acuario. Plantas acuáticas para la absorción de productos orgánicos y oxigenación del agua. Una lámpara LED para la fotosíntesis de estas plantas. Un filtro de acuario para absorber las impurezas del agua. Un termostato para controlar la temperatura. Un bote de bacterias para un óptimo ciclado del agua. Un trozo de madera para moderar el PH del agua. Dos envases de alimento para peces. Todo me costó aproximadamente 400 soles.

El monto me pareció exagerado considerando que Pecezín y Pecezón llegaron a mi sala por el módico precio de 5 soles. Pero luego sentí que no es en vano, porque resulta cruel tener una mascota para solo verla morir sin asumir alguna responsabilidad. Quizá esto se debe a que la muerte de un pez es menos trágica que la de un perro o un gato, debido a la calidad de la interacción humana con el animal. Esto lamentablemente es “una discriminación moral basada en la diferencia de especie animal”, algo que el psicólogo Richard D. Ryder denominó en la década de 1970 como especismo.

Lo más interesante de esta experiencia con Pecezín y Pecezón es haber aprendido sobre la sensibilidad del ecosistema animal. Mi pecera solo tiene 30 litros y requirió de 400 soles aproximadamente para hacerla artificialmente apta para la vida marina. Ahora imagino el mar y se me escarapela el cuerpo al recordar las catástrofes ecológicas de los últimos años, como el derrame de petróleo de la plataforma Deepwater Horizon en el Golfo de México. Se me hace imposible imaginar todos los recursos que se necesitaron para subsanar la contaminación, más ahora que aprendo en carne propia la sensibilidad y el cuidado que requieren tan solo dos pececitos.

Una amiga me preguntó por qué Pecezín y Pecezón tienen un nombre si es que nunca responderán a mi llamado. No tendré los poderes de Aquaman, pero sí bastante ingenio como para inventarme una salida: “Estaría mal creer que no merecen tener un nombre debido a que no podré comunicarme con ellos. Eso es algo egocentrista. Tienen nombre porque simplemente existen y tienen vida”. Touché.