Olor de colores y sonidos con sabores

El olor del recuerdo. Seguro ya saben de qué trata la memoria olfativa: la capacidad del sistema límbico del cerebro en regular las respuestas fisiológicas frente a determinados estímulos.

En nuestro organismo existe algo llamado bulbo olfatorio y lo que hace es enviar la información olfativa para su procesamiento en la amígdala, la corteza orbitofrontal y el hipocampo. Todo este proceso cerebral acaba repercutiendo en las emociones, la memoria y el aprendizaje.

Pero lo que vengo a contarles es otra cosa, al menos algo parecida.

Una tarde andaba haciendo fotografías cuando noté que varias de ellas me recordaban a distintas canciones. “¿Qué tal si la vista tiene el poder de recordarme canciones?”, pensé. “De hecho, ¿qué tal si toda la experiencia humana puede interrelacionarse con los sentidos?.

Fue entonces cuando se me ocurrió hacer relaciones extravagantes, pero lógicas de alguna manera si consideramos la complejidad de la mente humana.

“Toca algo con el piano que se parezca al olor de una naranja recién pelada”. Suena de locos, pero creo que sí tiene sentido al considerar que el “olor de una naranja recién pelada” se refiere a una reacción fisiológica a nivel cerebral que busca ser imitada por el sonido del piano.

¿Pero cómo el sonido puede ser igual que el olor? En principio no lo son, porque ambos son captados por sentidos distintos del cuerpo, pero ambos tienen en común la capacidad de generar reacciones determinadas en el cerebro.

Quien busca escuchar algo parecido al “olor de una naranja recién pelada” tiene una idea muy personal de qué quiere escuchar para que el sonido le genere una experiencia parecida a la que tuvo con la mencionada fruta.

Lo mismo puede inferirse de la frase “esto me sabe a color rojo”, donde se habla de un sabor que genera la misma experiencia que produce observar el color rojo.

La clave está en identificar la experiencia y su magnitud fisiológica para así imitarla -en la medida de lo posible- por cualquiera de los sentidos. Obviamente estas relaciones son muy personales, porque cada quien tiene una experiencia única y distinta sobre las cosas.

Pienso que toda esta lógica sirve de mucho para los indecisos, que no encuentran palabra para definir qué es lo que quieren o cómo lo quieren. Porque aunque se inventen miles de palabras cada año, nunca habrán las suficientes para cubrir las infinitas sensaciones humanas.