Extranjero por tres
Marruecos me hizo sentir un extranjero tres veces al mismo tiempo. De hecho, creo que la misma lógica se aplica para cualquier interesado en salir del bloque occidental.
Un primer aspecto es la nacionalidad. Basta con salir de la frontera del país de origen para ya ser un extranjero. Eso es básico, pero la experiencia de ser foráneo no es igual en todas partes del mundo.
De lo anterior comentado viene el segundo aspecto: el encuentro con una cultura diferente a la tuya, a pesar de que el Reino de Marruecos es el más “occidentalizado” de los países árabes -considerando que es una monarquía constitucional desde la década de 1960-.
En todos los países del mundo existe una lógica de interacción social determinada. A nivel global, la costumbre occidental es bastante común entre las naciones: puedes visitar Buenos Aires, París y Madrid sin sentir que debes cambiar tu comportamiento. La situación es distinta cuando sales del bloque occidente para aterrizar en suelo árabe, donde se manejan otras costumbres sociales como, por ejemplo, los códigos de vestimenta para las mujeres extranjeras.
El tercer aspecto es el religioso. El 97.8% de la población marroquí es islámica (suníes), por lo que inmediatamente formas parte de la minoría. Lo interesante de esta experiencia es ser testigo de la vida religiosa de los marroquíes: escuchar al unísono los pasajes del Corán para la hora de la oración, la lógica ancestral de los entierros árabes y su percepción sobre la vida en general.
Marruecos solo fue una pequeña pizca de lo que se esconde al otro lado del bloque occidental. Creo que en el fondo es el gusto por escaparme de la zona de confort. Solo sintiéndote ajeno al espacio que habitas puedes perfeccionar el sentido de la adaptación. Es como nadar: aprendes a la fuerza cuando sientes que te ahogas.
Foto: André Suárez