La caja boba

Bastante se ha escrito sobre la televisión. Estaría de más que reflexionara sobre los temas de siempre: las consecuencias sociales de la caja boba -léase Homo Videns, de Giovanni Sartori- y los problemas de la desinformación de las grandes cadenas -léase Sobre la televisión, de Pierre Bourdeiu-. Pero lo que sí quiero compartir es una inquietud sobre el futuro de la televisión.

Actualmente vivimos el boom del consumo audiovisual a la carta. Plataformas como Netflix y HBO han aprovechado el streaming para facilitar el acceso a series y películas según el propio horario de los consumidores. Esto ha hecho que la televisión tradicional -caracterizada por su programación lineal- pierda cuota de mercado entre los televidentes, quienes ahora tienen la opción de consumir sus programas favoritos cuando deseen y sin cortes comerciales.

Hubo quienes pensaron que el streaming acabaría matando a la televisión. Sin embargo, la caja boba tiene dos ases bajo la manga: la transmisión en vivo y su alcance mediático a nivel nacional. Una transmisión en vivo puede llegar a ser visto por miles de personas en un corto tiempo, algo que ni los mejores virales de YouTube -que necesitan días o semanas para alcanzar millones de reproducciones- pueden lograrlo con tanta inmediatez.

Esta situación me llevó a la siguiente reflexión. ¿Qué es la televisión sino la transmisión de 24 horas de “algo”? ¿Por qué seguimos separando la televisión de las producciones disponibles en Internet? ¿Por qué no conciliamos la idea de que actualmente la TV es una ventana más de transmisión de video, teniendo en cuenta que el consumo de las superproducciones quedó relegado al VOD?

La televisión es un modelo de negocio que se resiste a cambiar. El futuro -pienso- es que la TV no desaparecerá, pero sí reducirá su estructura dramáticamente para acomodarse a las nuevas tendencias del consumo. Las transmisiones en vivo serán la punta de lanza de las cadenas tradicionales en programas informativos y de entretenimiento, en especial la telerrealidad.

Ya llegará el momento que dejemos de pensar en la televisión como algo grande e intocable para entenderla como una especie de YouTube sin teclado, en el que solo podemos cambiar entre un número limitado de “canales”. La telerrealidad acabará ganando la batalla contra la ficción, porque la realidad -incluso guionizada- es más impactante para los nuevos estándares de consumo: cercanía y valoración del contenido como bien cultural de intercambio en el proceso de socialización.

Foto: Anthony Quintano – Flickr. Bajo licencia de Creative Commons.