Lo que nadie se imagina 11

A Hipólito Severo le enseñaron desde muy pequeño cómo tratar a una mujer. “¿Ahora qué hago con esta cojuda de mierda?”, espetó al tiempo que se servía más cerveza para ahogar su frustración.

Lo curioso es que la cojuda de mierda de quien habla Hipólito no es otra que su enamorada. Ninguna mujer merece ser tratada así, incluso a sus espaldas, pero Hipólito atravesaba una circunstancia bastante “especial”.

“Yo la amo muchísimo y justo por eso me pongo así. Te explico. Resulta que hace unos días la vi besándose con su exenamorado a escondidas… Sé que es prueba suficiente como para dejarla, ¡pero carajo no puede ser así! ¡Cómo puede ser tan cojuda para hacer eso!”.

Efectivamente la chica en cuestión le fue infiel a Hipólito con su exenamorado. La reacción exacerbada de Hipólito no es para menos, porque no se trata solo de su ego herido, sino del desprecio por un mal tan generalizado que las mujeres callan: el hombre que le puso los cuernos a Hipólito había abusado de ella físicamente.

“Eso mismo, carajo… ¡Qué tiene en la cabeza! Yo como huevón cuidándola tras meses de relación y a esta cojuda se le ocurre regresar con el pegalón… Esa huevona está enferma, ¡ENFERMA!”.

Hubo un silencio incómodo en el bar. A Hipólito poco le importaba su imagen pública. No sabía qué más hacer, en realidad amaba a la chica y la infidelidad era lo de menos, ¡tenía que rescatarla de ese abusador!

“Pero cómo mierda hago para que ella se fije en mí así como lo hace con…”

Hipolito dio un brinco de su silla con una cara de haber encontrado la solución. No tuvo tiempo ni para explicarlo, salió del local muy apresurado hacia su carro y enrumbó hacia lo desconocido.

11:24 p.m. Residencia de la familia Olazábal. Suena el timbre de la puerta, alguien abre…

-Hipólito, ¿qué haces aquí?
-Te amo…
-Lo sé, quería hablarte de es…

No terminó de hablar. Se escuchó un sonido hueco. Se cerró la puerta.

Por si no lo sabían, Hipólito estudió mecánica en un instituto barato de Lima… No es muy letrado que digamos, pero cuando bebe se le pueden ocurrir “buenas” ideas porque esa misma noche logró rescatar a su amada de los brazos de su ex, algo que hubiese demandado días de terapia psicológica para desahuevarla. Bueno quizá no la desahuevó por completo, pero al menos la salvó para su bien.

Hipólito no habló al respecto hasta varios años después. Para esto él ya se había casado con ella y ambos esperan tener pronto una familia. Se nota que están felices. Fue recién en una borrachera cuando Hipólito confesó qué pasó esa noche.

“Estaba tan ebrio. Simplemente no tenía de otra. Sabía que ella dependería de él, porque ‘más te pego, más te quiero’, ¿verdad? Estaba enferma… Lo que hice entonces fue pegarle más duro que su ex, así dependería incondicionalmente de mí y ya no de él. Suena horrible, lo sé, pero la amaba tanto… Obviamente nunca más la agredí, solo fue esa noche. Quería rescatarla aprovechando su condición. Sé que estuvo mal, pero felizmente todo eso ya pasó”.