“¿Qué tal, te divertiste?”

“¿Qué tal, te divertiste?” es una pregunta constante cuando me preguntan por mis viajes en solitario por Europa. Hace unas semanas tuve la oportunidad de conocer Bruselas, Brujas, Amberes, Rotterdam, Amsterdam, Berlín, Varsovia, Cracovia y Praga. Suena genial, ¿verdad?

La cuestión es que el viaje, de hecho, sí fue bastante genial… pero la palabra “divertido” simplemente no encaja para describir toda la experiencia. No siento haberme divertido, porque la mayor parte del tiempo me la pasé caminando, divagando en soledad, investigando algo de historia, analizando algunos mapas, conociendo a otros viajeros solitarios y observando la vida cotidiana de todo lo que ocurría a mi alrededor. ¡Hacer eso realmente me encanta y llega incluso a hacerme feliz!, pero no puedo llamarlo “un viaje divertido”.

“No sé a qué llamar divertido”, suelo responder. “Quizá preguntas desde tu perspectiva. Resulta que la pasé muy bien, eso sí, hasta me divertí en algunas ocasiones, pero no puedo decir que el viaje fue divertido”.

La palabra “diversión” me trae la imagen mental de juerga, lujuria, discotecas y tantas otras cosas que caracterizan al desenfreno juvenil. Admito que es un prejuicio de mi parte, porque estoy desvirtuando el valor real de la palabra “divertir” con un significado social.

Según la Real Academia Española, “divertir” es entretener y recrear. En ese sentido estricto, sí me divertí y muchísimo, pero cuando te lo preguntan personalmente, hay que interpretar las cosas no solo con la exactitud semántica, sino también con la social.

¿Por qué me complico tanto la vida con una simple pregunta? Pues fácil, soy una persona aburrida a niveles insoslayables y no quiero parecer un bicho raro con tantas reflexiones insólitas. Siempre es bueno advertir de lo que se viene cuando tratas de ampliar mentes con las pequeñas cosas que nadie más se pregunta. Eso sí me divierte.