¿Preocupado?
Mi madre siempre dice que todo tiene solución salvo la muerte. Imagino que debe tener razón, ya que parafrasea a la perfección una enseñanza atribuida al Dalai Lama en la película ‘Siete años en el Tíbet’, dirigida por Jean-Jacques Annaud en 1997: “Si algo tiene solución, no hay por qué preocuparse y si no tiene solución, entonces preocuparse no está bien”.
Tener la cabeza fría resulta un dogma ante encrucijadas sin solución aparente, pero creo que la situación es diametralmente distinta cuando se trata de dos personas. Además de lidiar con tu psique, debes tener la sensibilidad agudizada para no lastimar a esa otra persona. Dar una respuesta en equipo es terriblemente difícil cuando la confianza vulnerada hace de la pareja no sea una unidad, así como el pan con mantequilla o el panetón con las frutas.
¡Qué fácil sería si todo dependiera de nosotros mismos! Debe ser por ello que aprecio mi soledad -no confundir con desinterés- cuando me siento triste de no gozar mi dosis de autismo intelectual, encerrado en mi dormitorio sea para leer o simplemente escribiendo en este espacio.
Volviendo al tema de las encrucijadas indescifrables, preocuparse es lo último que debemos hacer ante situaciones difíciles. ¿Pero existen cosas que realmente jamás tendrán solución? El tiempo creo que tiene la última palabra, porque puede limar las asperezas tras días o meses de autorreflexión sobre el problema en cuestión. ¡Eh, pero que las cifras no te engañen! No hay un número perfecto de espera suficiente si es que el tiempo no es aprovechado en evaluar con más calma las cosas.
Foto: Dfred – Wikipedia. Bajo licencia de Creative Commons