Más allá de la inspiración

¿Recuerdan mi publicación sobre las musas? Lo interesante de las musas es que crean enigmas por doquier, dando base a interesantes reflexiones sobre los placeres del corazón y los mandatos categóricos del cerebro. De alguna manera, esta discusión muy personal sobre lo que puedo sentir por una musa -como sucede ahora mismo- inspira a crear obras artísticas, como la poesía que vengo regalando en estas últimas semanas.

Mi musa acaba de decirme algo interesante: “Siento que me inspiras para conquistarme. Si me conquistas, adiós inspiración”. Siendo ella una musa se transforma en un preciado flujo de imaginación, colocada en un pedestal donde mis manos no pueden tocarla, bella e inalcanzable, apasionándome en las artes para atraerla donde vivo yo con el resto de los mortales.

¿Pero qué pasa si esta finalmente desciende conmigo, conquistada por el sacrificio de mis creaciones? Antes de resolver esta pregunta, debo subirme a los hombros de gigantes.

La modelo y fotógrafa Lee Miller fue la musa más cotizada en las principales revistas de modas. En París, conoció al pintor surrealista Roland Penrose, con quien posteriormente contrajo matrimonio. En la obra Noche y Día, su marido la retrata como una dioda flotando en el cielo: la inspiración siguió moviendo el pincel de Penrose hasta 1949 cuando ella falleció de cáncer.

De las muchas musas de Bob Dylan, como Karen Dalton, Suze Rotolo, Joan Baez, Edie Sedgwick y Marianne Faithfull, la sensacional Sara Lownds fue quien inspiró temas como “Sad eyed lady of the lowlands”, “Blood on the Tracks”, “Abandoned love” y “Sara”. Dylan tuvo con ella nada menos que cuatro hijos. A pesar de que posteriormente acabaron su relación en 1977, la inspiración no desapareció.

Elena Ivanovna Diakonova, mejor conocida como Gala Dalí, fue figura por inspirar a varios artistas surrealistas como Louis Aragon, André Breton y Max Ernst. No fue hasta cruzar su vida con Salvador Dalí a quien, según el pintor, logró “salvarle de la locura” por toda la inspiración contenida, la misma que el arte ahora halaga en exclusivos museos.

Rembrandt se casó con Saskia Van Uylenburg en 1634, solo al año después de conocerse. Él era un simple hijo de molinero, pero la posición social de su mujer hizo que ascendiera rápidamente. Sin más talento que su arte, se inspiró en su esposa para encarnar figuras mitológicas como “Flora” y “Artemisa”, talento que lo hizo una personalidad mundial del arte. Incluso, en el cuadro “Hijo pródigo”, Rembrandt se autorretrata junto a Saskia, inmortalizando así su alegría antes de que ella falleciera de tuberculosis a los 30 años. La inspiración nunca se fue, hasta en los peores momentos.

No tendré mucho talento como los artistas que acabo de mencionar, pero me asombra cuán lejos pueden llegar simples hombres por tener cerca a la musa de sus creaciones. Yo tengo una ahora y me lleva de la mano por obras que cada vez más son mejores recibidas. Yo tendré el talento, pero ella la inspiración. Y esta no se agota al solo conquistar la musa, solo se transforma mediante se explora un alma infinita. Comprendo a Dalí, si no fuera por la musa, estas pulsaciones me llevarían a la locura por abstinencia.

La poesía no tiene el fin de conquistar, la lírica no es un fin en sí mismo, sino un medio de expresión de los rincones más profundos del ser. El objetivo no es ganar, sino dejar atrás los miedos a la derrota, a la vergüenza de ser sensible y entregarse al sacrificio de vida por más vida. La inspiración no desaparece, solo se renueva en nuevos estilos para perfeccionar el lenguaje de los sentimientos que no se expresan por sí solos.