Nos volvemos a encontrar, José Martí…
Antes de partir de Lima hacia Cuba, dejé en este blog mi primer poema luego cuatro años (o cinco) de sequía inspirativa. Haber descargado esos versos provocó, como inevitablemente sucede con las demás artes, leer nuevamente obras líricas para perfeccionar mi sensibilidad (o recuperarla).
Así como me sucedió en Santiago de Chile, donde me volví un ‘nerudito’, La Habana fue el lugar perfecto para reencontrarme con un viejo compañero de líricas colegiales, de verso sencillo y de amor inquebrantable a la belleza, así como dolorosa por ser inalcanzable. Hablo del poeta cubano José Martí, recordado, entre muchísimas cosas, por ser el creador del Partido Revolucionario Cubano.
Fue durante la visita a la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña cuando encontré una copia del poemario ‘Versos sencillos’, obra que mi profesor de Literatura en la secundario gustaba leer. La nostalgia vino a mí como un puñetazo al letargo que sufría por el recuerdo de una musa. Admito haberme sentido avergonzado por comprar un poemario cuando años atrás juré nunca más hacerlo. Nunca hay que decir nunca, pero era inevitable. Estar lejos de este blog, así como la fuente inspirativa de futuras creaciones líricas, movieron las fichas para que mi orgullo se rindiera a la desventura que era escribir a una mujer.
Resulta difícil explicar ahora qué se siente hacer poesía nuevamente. Reencontrarme con Martí ayudó significativamente para dejar el temor al error, pero también despertó la pesadilla del rechazo. Poesía debería ser un medio de expresión, no un fin en sí mismo; no obstante, cómo estar seguro de seguir esta línea si quien dirige mis pulsos de escritura hoy en día es un ente temeroso de amor. Sea como fuese el resultado, así como revolucionario desangrado en la jungla de puro ideal, no me cuestionen si resulté herido de amor.