Cada una de las palabras
Acribilla con tu rabia los restos de memoria, que no puedo hacer más.
Remátalos que de culpa tienen hacer sentir profundos sueños,
anhelos que de sentirlos dan alegría, pruebas intermitentes de felicidad.
Muérdeles los labios a esos mismos restos como si simularas besarlos,
no te apiades del líquido derramado, parecido al agua, que bordean los ojos.
Ya no mires al entrecejo, que de olvido sobrevive mi verdad de desahuciado.
No contemples a quien supones yace inerte cuando está desaparecido,
que te veo cuando tus manos buscan tocarme en segundos de oscuridad.
Te observo en ausencia compilando la pasión condenada injusta al olvido.
Herido de muerte, revivo del respiro de un verso tímido y también eterno.
Reparo el reflejo de mis ojos donde tus ojos te observaron con tristeza,
que ahora tiemblo como las hojas marchitas de otoño en las manos de Céfiro.
Ahora tirito como beso extraviado en el vacío que separa nuestras bocas,
retiemblo como la brisa tímida de rozar el aire con tu belleza.
He aquí un beso huérfano de amor que reza milagros en silencio.
Aquí un herido de muerte que respira de la pasión desembocada,
aquí la prueba de una poesía sonriente a la más terrible dureza
de quienes sospechan del sacrificio en cada una de estas palabras.
Foto: recompose – Flickr. Bajo la licencia de Creative Commons