Redescubriendo las ‘pequeñas cosas’

Hay que tener algo claro. No toda reacción es la misma, a pesar de las circunstancias ideales previamente establecidas, por más que el accionar que ejecuta la reacción sea la más cotidiana.

Imagina que te doy la mano en la mejor fiesta de tu vida o en el crucero del viaje de tus sueños. Si tú no lees mi blog, sentirás que saludas a cualquier extraño. En cambio, si sueles leerme, ese mismo acto hará que tú lo sientas distinto, porque ya hay cierta familiaridad. Ahora imagina si me odiaras o si me amaras con locura, ese mismo contacto físico puede generar las sensaciones más distintas, incluso en las mejores circunstancias como para socializar.

La variabilidad de los “pequeños gestos” (abrazar, besar, coger de la mano, etc.) hace que replanteemos qué cosa estamos valorando de verdad. Aquí creo que hay dos grandes grupos: quienes valoran por los ideales y quienes valoran por las circunstancias. El primer colectivo se fuerza a pensar que la reacción del “pequeño gesto” se debe a sus valores por correcto o incorrecto, subordinando las sensaciones, mientras que el segundo grupo opta reconocer la relatividad de las sensaciones haciendo del ideal un circunstancial, eso sí, sin llegar a prácticas hedonistas.

Continuando con el ejemplo anterior, si el ideal ordena evitar a quienes creen en la pena de muerte, el primer grupo no responderá al saludo, a pesar que eso cueste antipatía por creer que hace “lo correcto”. El otro grupo, en cambio, podría saludar a ese personaje mal percibido en la sala, porque la circunstancia -una fiesta elegante, por ejemplo- mella en el ideal para, finalmente, compartir con quien piensa distinto a uno.

La decisión está en cada uno. Hay quienes optan por los ideales y otros por las circunstancias. Lo importante está en sincerarse con lo que se siente, aprecia y, siempre destacable, ama.

Foto: Melissa Wiese – Flickr. Bajo licencia de Creative Commons