No fue un sábado cualquiera en Sargento Pimienta

No fue un sábado cualquiera en Sargento Pimienta cuando una mano presuntamente desconocida tocó mi hombro para recordarme el frío de las alturas y el embriagador soroche de una pasión extinguida por el olvido. O, por lo menos, del recuerdo inmediato cuando tan bella dama se me acercó a saludarme mientras la memoria se esforzaba en reconocerla. Tuve que fijarme en algún detalle, algo característico que revele su identidad.

Mírate al espejo. Si nos hubiéramos conocido en otro contexto ni me besarías. No te rías, mis besos no son tan tiernos como crees. Mírame, parecemos tan distintos, aunque fácil eso hace que congeniemos en algunas ideas. Ya me dijiste que tengo alma de viejo, también creo que sea por eso. Tú, pasión hasta en los besos, sigues pareciéndome increíblemente guapa. Sé que se acaba el día, también sé que ya es tarde. No es necesario que lo repitas, sé que nadie más se debe enterar.

Tuvo que pasar un rato, luego de que ella se perdiera entre la gente, para que en medio de la bulla el recuerdo me abofeteara por haber sido tan estúpido. ¡Maldita la memoria que recuerda a los ausentes solo cuando se percibe el vacío que dejan! Me embargó la felicidad, aunque también la tristeza por haber perdido los valiosos segundos del reencuentro, cuales se hicieron esperar desde hace un año.

En la gran ciudad no podremos vernos más. Resulta extraña la sensación de no besarte por última vez. Al menos tienes el recuerdo que robé allá lejos en la frontera. ¡Qué anécdota esa! Estabas muy enojada esa tarde, pero luego todo pasó. Espero que un día cambies de parecer, aunque sea una conversación sin mayores pretensiones. Está bien, dejaré de insistir, pero sí repito que es extraña la sensación de no besarte por última vez. No hay más reparo ahora. Tienes razón, mejor es así, mejores son las historias que no se terminan.

Hora de irme de Sargento. Andaba entre la gente convencido de que la ficción pasó a mi vida real. Ya no era André, sino el protagonista de mi propia adaptación de la obra ‘Same time, next year’, de Bernard Slade. La buscaba sin contar a nadie mis intenciones, aunque no eran más que despedirme con gentileza y resurgir la pasión para traducirla en estas líneas. Tuve suerte y la hallé bailando. Parecía distraída, ensimismada en su diversión mientras yo sobrevivía a la adrenalina que produce el adiós. Finalmente su mejilla se incrustó nuevamente en la mía para luego retirarme caminando hacia atrás, viéndola cómo se mezclaba entre el público y la bulla hasta desaparecer. Y con ella también el recuerdo fugaz de esta historia inacabada por el beso que no se dio.

Foto: Sgt Pepper Lonely Hearts Club Band – The Beatles