Ninguna gota de lluvia cree haber causado el diluvio
Te despiertas envalentonado con el objetivo de poner el punto sobre las íes. Primero la coges de la mano, la miras hacia los ojos sabiendo que en el futuro nunca más la verás. Ella agudiza el oído para escuchar la frase que gritas en tu mente, pero que no escupe tu boca. Se miran, se quedan mirando y ninguno de los dos acabó diciendo lo que la inmanejable situación en pareja estaba sentenciando. Los dos callaron, nadie se dijo nada. Cada uno regresa a casa con la supuesta calma que significa no haber escuchado “Esto no puede seguir más, terminamos” y creen que todo volverá a la normalidad.
Muchos pueden catalogar la escena como falta de valentía sin reparar que se trata de algo más profundo. En efecto, esta situación es una muestra en pequeña escala del fenómeno social llamado ‘difusión de responsabilidad’. Este sucede cuando un grupo de personas deja suceder hechos que nunca permitirían si estuviesen solas. Por ejemplo, estás haciendo cola en el banco junto a treinta personas y ven cómo una señora le dice a la cajera “chola de mierda”. Todos la miran indignados por el insulto, saben que debe ser condenable, pero nadie opta por recriminar a la señora porque cada uno del grupo supone que la responsabilidad tiene que ser de otro. De esta manera, se llega a la inacción vía efecto espectador.
En el caso de las parejas, cada uno espera que la responsabilidad de acabar sea confirmada, pero nadie se atreve a hacerlo pensando que eso corresponde a la otra persona. Esto conlleva a una agonizante espera que puede acabar en cualquier cosa: el alejamiento sin mayores reparos en los detalles o acordar la amistad para no romper el lazo.
No esperen una solución entre estas dos opciones. Admito no ser el indicado para recomendarte lo mejor, pero al menos ya tienes un panorama más claro sobre lo que aparenta ser un vacío de decisiones.
Foto: Flickr – Juni from Kyoto, Japan