La accidentada conversación de un mendigo y un cobrador

Los cobradores por más tacaños que sean no dejan de ser humanos. El año pasado observé una escena dentro de la couster que me dejó pensando sobre las aspiraciones personales y cómo la economía nos deja sin aliento por más ganas que tengamos de salir adelante.

Era una mañana fría, como las 8:30 a.m., cerca de la avenida Alfonso Ugarte. Un mendigo aprovecha la luz roja para subirse al bus y dar su discurso correspondiente: buenos días, no quiero fastidiarlos, hoy por mi, mañana por ti, tengo una familia con hijos, etc. El caso fue que el señor se dio toda una charla sobre los valores que duró aproximadamente como 10 cuadras y algo más, mientras el bus estaba en movimiento. El cobrador le dijo al mendigo para que termine su monólogo, pues el vehículo se iba llenando cada vez más de gente. La idea disgustó al mendigo que comenzó a alzar la voz para protestar y decir “Está bien, ya me bajaré. Solo te diré que mis hijos jamás terminarán siendo cobradores como tú”.

El silencio incomodó a los presentes. El cobrador, muy joven, de gorra roja y camisa celeste, lo miró desconcertado con una tensa calma esperando un impulso físico para mandarle el primer puñetazo. El mendigo pasó su mano por los asientos y bajó por la puerta trasera del bus.

Miré al cobrador esperando un gesto, una reacción ante el insulto. El joven miró a través de la ventana cómo el mendigo se alejaba. “Ahora es cuando te arrepientes por lo que hiciste”, murmuró como quien habla consigo mismo para aliviarse el mal rato, buscando las palabras que forman el dicho de que el trabajo dignifica al hombre.

No sé nada de la vida del cobrador, si tiene enamorada, si tiene un pan que llevarse a la boca o si tiene familia. No lo sé, y es cuando busco lo más dentro de nosotros como seres humanos para sentir compasión. La persona no es el abogado, el albañil, la prostituta, el marca, el violador o el ciclista, sino sus valores intrínsecos, como la sensibilidad de sentirse triste ante la adversidad o la felicidad de saber que un desconocido como yo piensa en alguien para dejar una lección de vida.