Un ‘crack’ sin goles: el oficio de ser arquero
El oficio de arquero es el más trágico de toda la historia del fútbol. ¿Cuántas atajadas han quedado en la memoria del pueblo a diferencia de los goles, que son los más celebrados? Más aún, si se ponen a pensar un rato más, ¿el golazo es producto de un disparo al arco en un vértice muy difícil de darle o ver cómo un arquero se esfuerza al máximo sin lograr alcanzar cualquier disparo del atacante?
Bueno, aunque el oficio de arquero está condenado a ser el castigo de los jugadores (¡Vamos!, ¿quién no se pelea por tapar cuando todos prometen ser un crack?), ser guardameta tiene mucho de romanticismo en la historia del fútbol y de la vida. Vayamos a Wikipedia.
El arquero es un jugador designado que se encarga directamente de evitar que el equipo rival marque un gol defendiendo la portería. Esta es la posición que representa la última línea de defensa entre el ataque del oponente y el propio arco. Es una de las posiciones más difíciles de jugar, debido a su gran complejidad y responsabilidad.
La última línea de defensa; es decir, la última esperanza entre la derrota y la victoria. ¿Saben cuánta carga emocional esto puede significar? Personalmente me llama la atención los suicidios de arqueros, como Robert Enke, personas que de alguna manera han sentido las mismas frustraciones que yo al no conseguir atajar alguna pelota y escuchar el tácito reproche de tus jugadores en el silencio luego del gol en contra.
Sí, es horrible. Me pregunto cómo la pasarán quienes sufren de depresión, como pasó con Henke y su fallecida hija.
Por otro lado, creo que lo bueno del oficio es que siempre te escogen al inicio de todos los partidos, porque nadie más quiere el arco. Es decir, por más que tapes hasta las patas, siempre serás considerado para ser la última línea de defensa del equipo, pues nadie más quiere serlo.
Piensan que en el arco no hay acción. Seguro que por momentos no, pero sí abunda el miedo.
PD: Si me lo preguntas, mi arquero favorito es José Luis Chilavert.