El inexistente

De qué culparnos ahora que no existo. Qué debo sentir si no hay nervio que responda a tu ausencia el mismo día en el que me viste nacer. Ya qué más duele si soy la casualidad de tu estupidez, la inocencia hija de tu culpa, el desagrabiado del que no pidió nacer. No hace falta leernos si ya otros padecieron nuestros dolores y en vida hacemos como si no existiéramos para ahorrarnos el orgullo y las razones. Pero te dueles a ti misma y me lastimo siendo yo. En qué acaban los muertos en vida. Qué aman los que no existen. En qué te dolió, si es que acaso aún sientes, haberte abandonado a las soluciones. Quedémonos así, yo con la cuenta de deberte todo y tú partiendo el pan con quienes no tienen hambre.