A dos pasos y tres

Te seguía por la calle
a dos pasos y a tres
imaginando con las sombras
los cuerpos que no se tocan,
alejados por la rareza
de las incongruencias,
heridos de distancia,
insensibles al paso
de las horas
con una noche
acabada de caricias,
desnuda de luces
y pocas estrellas.
Viendo así las sombras,
recostadas en la acera
la nostalgia
de tener cerca
las sensaciones
de tu lejos,
infinita sobre
las luces pálidas
amarillas y grises…
Y yo en silencio
fingiendo que oigo
los cargos en mi contra,
jugando, soñando,
antes de despedirme
de la libertad
de imaginar la mezcla
de nuestras formas:
la ilusión de hundirme
en tu silueta hasta
desaparecer
y desde la nada
encontrarme,
sentirte,
todo otra vez.