Carta libre

No tengo mucho que contarte, aunque ya descubriste el vacío que crea la miopía del instinto, la crápula maldita que negué hasta confirmar la desdicha que tanto ataqué, el “buen salvaje” del siglo XXI. Y no tengo mucho por decirte, puesto que no hay mayores palabras en el haber del orgullo, el vacío cajón de las excusas, el perdón irreconocible ante tu justicia, mi justicia que antes defendimos y que ahora soy víctima.

No hay mucho que decirte ahora que archivaste letras ahogadas en la almohada, el océanos de pequeñas lágrimas donde navegas en la mar de la confianza. Que te usurpe esos mares sin derecho, que transgredí el límite donde era un héroe…. Me encuentro en la aduanas del desvarío.

Y ahora que firmo papeles de libre tránsito por el camino del fracaso, quizás no volvamos a pisar los mismos adoquines, que no volveríamos a pelearnos por el control de la TV o que quizás nunca más volver a quejarnos de nuestros fuertes ronquidos en la madrugada.

Ahora que sabes que soy un perfecto imperfecto, ahora que el orgullo se nos marchita indiferente como las rosas plasticas del mercado, ahora que podamos quizás, y solo quizás, volver a vernos a los ojos luego del beso que nunca existió o recostarnos entre las pieles cálidas tersas, entre sábanas que funcionan como páginas en blanco a una novela de amor… y pueda que ahora me despida, pues, con nada más que sin el todo de una parte de ti, con el segundo punto de los suspensivos del devenir, con el salto del trampolín en el borde de la navaja y con 100 puntos de perfecto clavado en la soledad.