El eco de tus suspiros
Y lo que viene es la transcripción de un alarido ahogado entre los dedos, que ahora duerme como mal recuerdo en el fondo de la almohada. Lo que viene no espera ser un testimonio, menos una querella a la injusticia, sino un texto sumido en la quietud de los nervios al estudiar el silencio entre la bulla, la sonrisa que sabe a despedida y la despedida que no espera ser la última. Esta transcripción es un alarido, mas no un chantaje a quien culpo mi exabrupto, del desvelo sin motivo aparente… Ella que habita en la frontera de mi sueño y su vigilia.
El alarido…
Mierda… dónde… dónde estás… Se me perdió el sonido de tus suspiros, ya no hace eco en mi cabeza… Dónde está, carajo… El sonido de tus suspiros huye como si expirara con el tiempo… cuando veo que yo también expiro en tu universo hecho de esperanzas… donde yo no habito.
Mierda, dónde está el eco… Se fue, carajo, se fue el eco… No hay dónde encontrarlo, más que en la pesadumbre del recuerdo y con ello las sonrisas que condeno de falsas, las caricias que cortaban la piel y hoy dejan heridas: cicatrices del alma que se abren al ser correspondido… Ahora los tiempos son otros, a pesar que hable de dos minutos atrás. La lucidez, lo evidente opacó el eco de tus suspiros con un silencio conciliador entre la verdad y lo que yo quería entender de ella, la verdad…
Puta madre, no está… se escucha cada vez más lejos, en forma de susurro, el deseo que nos invandía y la noche que era el velo perfecto de dos asesinos de fantasías… No está… Tú tampoco… El silencio es lo que escucho ahora: un mutis que no se apiada de la inocencia… De eso no tienes culpa, más que yo, un humilde servidor… “servidor”, eso resume lo acontecido entre los dos… ¿y que es “lo acontecido”? Es… no sé… ya no sé… también se me olvidó, partió con el eco de tus suspiros…
(Intelegible. Terminó la transcripción)