Confesión de pirata
Hay cosas que como pirata
no quiero contar
como todas la veces
que quise dejar el barco
para no volver jamás
y todas las veces volví
arrepentido hasta las lágrimas.
Siempre supe que lo mío,
lo mío es el mar.
Amores cuyos puertos
ahora ni recuerdo
ni existen más en la tierra,
o fueron deboradas
por las llamas
del olvido,
o borradas de la memoria
a través de litros
y litros de alcohol.
Pero no me tomen a mal,
que de pirata solo tengo
el garfio y el parche,
la pata de palo y por espada
la sinvergüencería
de mis hazañas.
Pirata sin mucho orgullo
y honra entre los malechores
colegas de altamar y laguna.
A ellos les debo
los cuchillos y cicatrices
que por amores de sirena
ahora duermen
en el fondo del mar.
Arriba, compañeros míos,
que este barco lo tenemos
que hundir…
Tarde o temprano
la edad y la crepitud
asaltarán por abordaje
y ya sin fuerzas
con ilusiones miserables
pero tan mías como ustedes
que somos nosotros,
moriremos en nuestra ley.
Y así acabados en la mar,
desnudos y acribillados,
con los cuerpos destruídos
y tendidos al azar,
flotando como hojas
de otoño sobre el agua
de un charco de orina
de alguna cantina.
Y nos señalarán
con el dedo
contando una aventura
que no terminó jamás.
Amigos míos,
a eso que ustedes
llaman desgracia,
yo lo llamo
eternidad.
Foto: Neal Fowler – Flickr. Bajo licencia de Creative Commons