Las preguntas cojudas no tan cojudas
Hay cosas que uno se pregunta y llega a la conclusión que la respuesta es sumamente inútil para la vida cotidiana. O en buen cristiano, ¿cómo haces para preguntarte tantas cojudeces? Usualmente las preguntas de este tipo corresponden a situaciones hipotéticas, casi imposibles de suceder en la cotidianidad, pero cuya solución contiene una resolución moral o ética más amplia.
Seguro te preguntarás de qué sirve romperse la cabeza pensando en una solución así si la situación hipotética nunca me sucederá. La respuesta es sencilla: reflexionar sobre estos asuntos es una práctica intelectual y emocional que mejora la agudeza de nuestra perspectiva de la realidad. Digamos que es una especie de juego lógico que afina nuestros sentidos para desenvolvernos en casos parecidos que sí pueden ocurrir en la vida real.
Esto fue algo que se me ocurrió al enterarme de la muerte del primer dueño de un Tesla, un automóvil eléctrico con inteligencia artificial. El deceso tuvo lugar en Florida, Estados Unidos, en 2016. La víctima estaba distraída viendo una película de Harry Potter mientras el auto andaba en piloto automático. El sistema no detectó a tiempo el cruce de un camión y acabó empotrado en el remolque.
La noticia causó gran debate sobre la utilización de inteligencia artificial en vehículos que pueden acabar siendo el ataúd de los conductores, pues sus vidas dependen del discernimiento de la máquina. No me refiero a los posibles errores del sistema, como no detectar obstáculos a tiempo, sino a la capacidad de tomar decisiones que pueden acabar con la vida del chofer a cambio de evitar una tragedia peor.
¿No se te ocurre una situación así? Pues déjame actualizarte el dilema del tranvía -un experimento mental ideado por Philippa Foot y extendido por Judith Jarvis Thomson- con un auto Tesla.
Imagina que andas en tu flamante Tesla a toda velocidad por una vía rápida. Estas por cruzar debajo de un puente y observas que en lo alto una persona deja caer a cinco personas atadas. Debido a la velocidad, el auto tiene dos opciones: seguir la marcha y arroyar a las cinco personas hasta detenerse o salirse de la vía acabando con la única vida del chofer. ¿Cómo programarías el sistema para saber qué decisión tomar?
Complejo. Lo utilitario sería pensar que la máquina salva cinco vidas a cambio de la única muerte del chofer. Pero esto sería un problema, porque quienes compran un Tesla no se sentirían cómodos al saber que la máquina decidirá por la muerte del chofer a cambio de cinco vidas cuyo destino era la muerte. ¿Realmente qué harías? ¿Qué solución habría?
Lo curioso de este dilema es que se habla al respecto desde la década de 1980 y hasta el día de hoy sigue siendo un debate ético. La diferencia es que la decisión ya no depende de nosotros, sino de la inteligencia artificial que -de alguna manera- no tiene libre albedrío.
Menudo problema a partir de una pregunta moral que arrancó siendo hipotética para acabar en la cotidianidad. ¿Quién podía adivinar que un experimento así de filosófico tuvo una aplicación práctica como en los coches Tesla? Nunca se sabe, así que nunca dejes de preguntarte “cojudeces”, porque un buen día le solucionarás la vida a la humanidad.
Foto: Véronique Debord-Lazaro – Flickr. Bajo licencia de Creative Commons