Mensaje de futuro a espera de ser leído
Hola,
Sé que aún no tienes nombre definido ni fecha de cumpleaños establecida, pero sí un destino envidiable por el amor que te engendró desde antes que aprendas a leer estas líneas por tu cuenta; incluso, considerablemente anterior a tu sola existencia en este planeta. Cómo serás de ideado que a mis 25 años puedo sentirte tan cerca como el vientre que ahora abrigo con mis manos del frío, cuidando del espacio donde convertirás con tu sola presencia el amor de una mujer en el de la madre que buscaba para ti.
Resulta increíble contarte estas sensaciones, mi pequeñ@ ángel de alas cortas, al hacer una retrospectiva sobre el origen de tu sola existencia en lo más profundo de mi psique, concepto que, por cierto, tu mamá puede explicártelo mejor porque es psicóloga. Seguro que ella te contará de un viejo diario que le regalé a mi regreso de Cuba, donde en las playas de Varadero escribí sobre la sensación de haberte visto llorando transformada en una bebé que me recordaba en todos sus gestos a tu mamá, sobre todo mi profundo deseo de que te parezcas a ella para tener dos amores en casa, pero ella insiste que debes tener mis ojos. Sea como fuese, será el destino que elija al final tu belleza natural, esa amalgama perfecta de quienes abrazas ahora tras leer esta parte del texto. Lo importante, como vengo diciendo junto a tu madre, es que tengas buena salud.
Acaba de salirme un suspiro mientras escribo este mensaje para ti proyectado al futuro, momentos en los que espero inventarte cuentos para dormir por partida doble, ya que a tu madre siempre le gustó mi creatividad improvisada para iniciar narraciones fantásticas con moraleja. Cómo será, mi pequeñ@ ángel, que a los 24 años aún logro hacerla descansar en mi pecho contándole historias sin fin, donde los dos acabamos siendo protagonistas de una trama sencilla, pero seguro que participarás más adelante, sea como princesa por ser rescatada o valiente soldado que enfrente a sus miedos más profundos. Tú solo dime qué papel quieres tomar, pues mi imaginación busca mayores retos para hacerte sonreír.
Dejemos de hablar de mí, pues me cautiva saber qué tendrás de quien acabo despedirme con un beso en las escaleras de su casa, lugar que me inspiró un bello poema -ya lo leerás más tarde- cuando toda esta situación parecía imposible, como los sueños más exquisitos que parecen inalcanzables, pero totalmente posibles. Qué tendrás de ella… Espero su cariño inocente y decidido al sentirse plenamente en confianza, su sonrisa pícara e imaginación ilimitada que se verá reforzada por mi aporte.
No sabes cómo se pone cuando me habla de ti, incluso ahora que eres una promesa sellada con el mejor de los besos. Sonríe feliz de haberme aparecido en su vida, y yo que tras cada confesión sincera siento que las lágrimas se me salen de los ojos. Está ilusionada con toda esta inspiración, mi pequeñ@ ángel, por lo que vio en mis ojos al mostrarle el alcance de mis pretensiones, anhelos y deseos en búsqueda de la felicidad. No tienes por qué temer al devenir, ya que tomé su mano prometiéndole no soltarla en nuestro largo vuelo hacia la alegría contigo en brazos.
¡Antes que me olvide! Hablando de felicidad, ojala que no heredes mi alergia, te hará la vida imposible y sobrevivirás atado a un rollo de papel higiénico en el bolsillo. Tu mamá bien sabe, como la vez que le regalé mi polera azul con un ‘regalito’ para nada romántico.
Ay, mi niñ@, tantas historias por contarte están pendientes en esta misiva. Sueño ahora narrártelas escuchando de fondo ‘Canción del elegido’, del cubano Silvio Rodríguez, por tratar la historia de un ser que enseña al mundo que lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida. Y lo hermoso aquí, entre los tres que leemos esto en el futuro, eres tú como el sueño resuelto de dos jóvenes que esta noche se prometieron más que nunca envejecer juntos para hacerte feliz al momento que leas esta carta.
Te aman, André y Karla.
Foto: Gideon Tsang – Flickr. Bajo licencia de Creative Commons
[…] Tiempo que no he vuelto a escribirte. No es porque me haya olvidado de ti, más bien todo lo contrario, solo que emocionalmente no me daba el espacio para escribirte como mereces: con toda la paciencia y estabilidad posible. Temo que estas palabras, si es que te las leo ahora, solo las escuches por uno de tus oídos, pero quería que sepan que jamás he dejado de pensar en ti. […]