La caída del imprescindible

Hay quienes luchan un día y son buenos.
Hay quienes luchan una semana y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay quienes luchan toda una vida, esos son los imprescindibles.
Bertolt Brecht

Maldita la razón cuando sobrevalora mi voluntad, aquella actitud reacia para enfrentar los mayores miedos por una causa inalcanzable. Hombre de sueños distintos, validados por una fuerza capaz de hacer sonreír al desdichado, de mediar en la injusticia para quienes creen que errar está prohibido.

Te maldigo razón ahora que tus argumentos no logran arrebatarme la tarea que me impuse, pese a caer rendido sobre la fe que predicaba, que ya nadie sigue. La fe de los imprescindibles de Bertolt Bretch; esa fe que dice mover montañas cuando más pesados resultan los corazones. Razón, lárgate de acá. Además de ser la prueba de mis esperanzas, también eres la inquisidora de mis derrotas. Ya vete que aquí nadie más vive que un ser iracundo por hallar lógica al desafortunado destino, que poco sabe de oportunidades.

Desquiciada razón la que ahora protagoniza este rezo dedicado al Señor de los Imposibles. Ya sin conocimiento de causa, andaré entumecido por las calles más oscuras, las avenidas más violentas y los pasajes más desafortunados, que la vida sin dolor no es más que una larga pausa desabrida de pasiones. He allí el hogar de esta lógica que no se ampara más de las razones que ofrece mi voluntad, la más confiable de todas mis creencias, sino a la felicidad de los errantes. Esa que no me tocó vivir a mí.

Foto: Marcus Quigmire – Wikimedia Commons. Bajo la licencia de Creative Commons